La idea era llevar más de 30 camiones de tierra y rellenar la quebrada hasta el límite del estero que la cruza zigzagueante.
Hace algunos días llegó al Comité Ambiental Comunal de Puerto Varas la denuncia de vecinos sobre el trabajo de maquinaria pesada en una de las calles principales de la ciudad, en pleno centro. Las fotos mostraban camiones que descargaban incesantemente tierra y algunos trabajadores que la compactaban, rellenando una de las pocas quebradas que todavía siguen vivas en la ciudad.
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Si hacemos una analogía con el cuerpo humano, esta quebrada es una de las pocas arterias que no han sido obstruidas completamente en su circulación natural. Coordinamos inmediatamente una visita a terreno para ver que estaba pasando. Sacamos fotos y descubrimos que la idea era llevar más de 30 camiones de tierra y rellenar la quebrada hasta el límite del estero que la cruza zigzagueante. Con un poco de investigación y a través de contactos supimos que se trataba de un terreno privado sobre el cual se había solicitado a la dirección de obras municipales un permiso de edificación de un estacionamiento en superficie. Permiso que había sido denegado. Me imagino que el dueño, como pasa demasiado frecuentemente en este país, habrá dicho: “Vamos no más, por si pasa piola”.
Esta práctica es más común de lo que pensamos, propietarios de sectores urbanos donde aún sobreviven a malas penas los genes naturales de la ciudad derechamente burlan la ley y las ordenanzas, comenzando intervenciones y causando desastres que luego son imposibles de mitigar. Más aún en una quebrada que brinda servicios esenciales para la supervivencia del hombre en la urbanidad, conteniendo el escurrimiento de aguas lluvias y protegiéndonos de inundaciones, sólo para citar uno de sus aportes principales. A esta altura, es un crimen intervenirlas.
El derecho de propiedad pasa a segundo plano cuando lo que estamos haciendo es en realidad poner en peligro a una comunidad entera por nuestro derecho absoluto de ejercer soberanía sobre lo que me pertenece. Las obras fueron paralizadas, no sabemos por cuánto tiempo. Una comunidad alerta y despierta es la única forma de contener estas prácticas. No podemos ni debemos esperar que las autoridades lo hagan.
Es obligación de nuestras comunidades mantenerse informadas y alertas ante estos atentados y ante la indiferencia y ausencia de empatía cuando mi derecho causa perjuicio al de otros. Sólo una comunidad organizada puede facilitar la articulación que siempre semillas de cordura y sostenibilidad en nuestros territorios.
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