Pandemias en Chile: Desde la insurrección de Lautaro al levantamiento social

01 Julio 2020

“El año 1691, envió Dios a Chile el contagio de viruelas que se padecía en todo el reyno, con estrago funesto de los mortales, aunque aplacado con oraciones y penitencias”

Renato Cárdenas >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Lautaro era una flecha delgada.

Elástico y azul fue nuestro padre

Fue su primera edad sólo silencio.

Su adolescencia fue dominio.

Su juventud fue un viento dirigido.

Se preparó como una larga lanza

 

Así hace galopar Pablo Neruda a este joven guerrero que logró formar un ejército mapuche, dotándolo de tácticas y estrategias aprendidas de las milicias españolas de Pedro de Valdivia.En pocos años había derrotado a los españoles y se paseaba de norte a sur, en una imparable guerra de guerrillas, tan increíble como la que el Che Guevara levantará cuatro siglos después, en Bolivia. Aplastó a Pedro de Valdivia, derrotó a Francisco de Villagra, tres veces Gobernador de Chile y arrasó con Concepción y las ciudades españolas del sur.

Entonces es 1553 y ya diseña la campaña de Santiago de Chile, donde se refugian los españoles, pero su gente comienza a enfermar, de algo desconocido. Es weda kuthán, dicen las machis. Una enfermedad ‘mala’ provocada por los winkas. El exitoso levantamiento de Lautaro fue frenado por la viruela, una peste que arrasó con los mapuche y atacó moderadamente a los españoles que ya conocían genéticamente esta peste y, a través de las generaciones, habían logrado cierta inmunidad.

Siguió el alzamiento hasta 1557, cuando Laftraru fue muerto en la batalla del río Mataquito. La peste se facilitó porque los nativos americanos tienen un alto grado de homogeneidad inmunogenética, permitiendo que el contagio entre personas no emparentadas equivaliera a la de parientes cercanos en Europa, provocando una alta letalidad (Black, 1992, 1739-1740 pp. ).

La baja resistencia de los mapuche a esta enfermedad, según los españoles se debía al temperamento “caliente” de los indígenas, según la teoría de los humores, aceptada en ese tiempo: “...es mucho mas eficáz y activa su voracidad entre los Yndios por que su naturaleza y complexión ardiente sirve de material y pábulo que incrementa el incendio”. (Respuesta del Fiscal Dr. Pérez de Uriondo al Presidente de Chile. Santiago de Chile, 27-VII-1791. AGI, Chile, 197, f. 269v.).

Lautaro continúa en la lucha, pero debilitado. Francisco de Villagra lo acosa.

Jerónimo de Quiroga, explica el retiro parcial de Lautaro:“Recibida esta orden, sin más acuerdo, se retiraron los indios, quienes en dos años no volvieron a seguir a los espafioles a causa de una gran esterilidad que les sobrevino, en que llegaron a comerse unos a otros y a que se siguió una peste que asoló con las tres cuartas partes de los indios”.

La crónica dejó estos fragmentos de la dimensión de esa pandemia:

El Abate Molina, en 1554, narra la destrucción de Concepción por Lautaro y su correría a Santiago. Y continúa con la peste:

“A las terribles calamidades que lleva consigo la guerra, se añadió la de la pestilencia. Algunos de los soldados se encontraron en la susodicha correría, estando aún infectos o salidos frescamente de las viruelas, esparcieron por primera vez en todas aquellas provincias este mortal contagio el cual hizo allí tanto mayor estrago, cuanto era menos conocido”.

“Entre los varios distritos había uno que habitaban 12.000 personas, de los cuales quedaron con vida más que unas ciento”.

En el protocolo eclesiástico de la Imperial (22 de junio de 1573) hállase afirmado que Pedro Olmos de Aguilera...."que de diez a doce mil indios que le dio en repartimiento el gobernador don Pedro de Valdivia por marzo de 1552, sólo le dejó la viruela ciento a los tres años”.

Otro vecino de la misma ciudad, Hernando de Ortiz, en una imposición de obra pía hecha en agosto de 1573, dice que “de ochocientos indios que por junio de 1553 le hizo merced don Pedro de Valdivia sólo le quedaron ochenta en la gran peste del año 1556”. García se refiere a la peste de viruelas, que los indios conocen “con el nombre de piru cuthan’’. (Pérez García, José. Historia de Chile. t. I, 397-398 pp., Col. Historiadores de Chile...)

En 1614 la ciudad de la Serena casi fue despoblada por esta peste, según lo relata el padre Miguel de Olivares. La tasa de mortalidad fue, al menos, del 30%, y entre el 65% y el 80% de los supervivientes quedaban marcados con profundas cicatrices, especialmente en el rostro.

LA LLAMARON PIRU CUTHAN

El arribo del gobernador Francisco de Villagra a Chile coincidió con un brote de la enfermedad y los nativos no dudaron en acusarlo de provocarla para terminar con la lucha que entonces tenía lugar en el territorio de la ARAUCANÍA. Villagra había partido del Perú el 19 de marzo de 1561 y llegó a Coquimbo el 5 de junio. (Diego Barros Arana. Historia General de Chile, t. 11, p. 62). 

“...porque en desembarcando se inficionó el aire de tal manera, que dió en los indios una enfermedad de viruelas, tan malas, que murieron muchos de toda suerte, que fué una pestilencia muy dañosa, y por ella decían los indios de guerra que Villagra no pudiendo sustentarse contra ellos, como hechicero había traído aquella enfermedad para matarlos, de que cierto murieron muchos de los de guerra y de paz”. (Góngora Marmolejo, 1960, 142-143 pp.).

“Mientras que los shamanes eran capaces de “flechar” a un individuo por vez, los españoles parecían usar el equivalente ritual de un armamento de destrucción masiva, capaz de sembrar la muerte en cientos o miles de individuos”. (Juan Francisco Jiménez y Sebastián L. Alioto Enfermedad y daño. Etiología y tratamiento... p. 184).

CASTIGO, MANDAS Y DEVOCIONES

“El año 1691, envió Dios a Chile el contagio de viruelas que se padecía en todo el reyno, con estrago funesto de los mortales, aunque aplacado con oraciones y penitencias”

El cronista Pedro de Córdoba y Figueroa, escribe: “Pidió David a Dios el castigo de la peste, porque juzgó que inmediatamente procedía de la divina diestra. Con esta plaga castigó Dios a la mayor parte de las provincias de este reino, causando terrible estrago entre sus habitadores. Principió a sentirse el año de 1554 y duró todo el siguiente. Fue el contagio de viruelas y tal la infección del aire que ninguna ponderación será hipérbole para narrar el sinnúmero de gente que murió’’. (Historia de Chile (I492-1717) Col. Hist. de Chile t. II, p. 87).

El 13 de mayo (1647) ocurrió uno de los más graves y pavorosos terremotos que padeció Santiago. Numerosos historiadores, entre ellos Ferrer, han supuesto que a raíz de la catástrofe se produjo una epidemia de viruela. No tenemos otra noticia que el oficio enviado por la Real Audiencia al Rey en que expresa: “Del mucho trabajo, de la aflicción general, del desabrigo y turbación, y de tantos accidentes, y lo principal de los humores que la tierra abortó reconcentrándolos con el temblor, comenzó el contagio de un mal que acá llaman chabalongo los indios, que quiere decir fuego en la cabeza en su lengua, y es tabardillo en sus efectos, con tanto frenesí en los que lo padecieron, que perdían el juicio furiosamente”.

Nuevamente reaparece la viruela y el 15 de octubre (1649) el Cabildo en sesión acordó “que se hagan procesiones de rogativas y de sangre (zurra de azotes de los penitentes) por la peste y otros trabajos que padece esta ciudad”.

TERREMOTOS Y PESTES

Esta enfermedad comenzó a manifestarse en humanos en torno al año 10.000 A. C. El brote europeo había ingresado a América en 1519, según lo reporta Bernal Díaz del Castillo, el más importante cronista de México, que lo observa en un hombre negro. En 1554 ya estaba instalada al sur del Biobío. En 1558 y años siguientes hacía estragos por el Río de la Plata y Paraguay. Entre 1662 y 1665 se habla de 100 mil indígenas muertos en Brasil...

Los siglos XVII, XVIII y XIX se acentúan las pestes con la conquista europea. DISENTERÍA, GRIPE, ESCORBUTO, TIFOIDEA (chavalongo), INFLUENZA, ESCARLATINA (1831), MALARIA (1865), CÓLERA (1886/88), DENGUE (1889) ... algunas enfermedades localizadas en ciertas regiones y, en el caso de la VIRUELA, en 1761, está en todo el territorio, según registra Juan Ignacio Molina. En 1906/7 hace estragos en Valdivia.

El siglo XX ingresó con nuevas enfermedades como la peste negra (1903) en las salitreras. Llegó desde USA a Valparaíso. La peste amarilla (1903) vuelve a Antofagasta en 1912 junto al tifus exantemático. La gripe española viene de Asia/USA y recorre todo Chile entre 1918/20; más de 40 mil muertos. La influenza tiene dos brotes fuertes: 1918/1933 y 1957/1976. El SIDA y el Hanta Virus son contemporáneos a nosotros.

LA VACUNA MILAGROSA SE INICIA EN CHILOÉ

En Chile la vacuna contra la viruela comienza a aplicarse formalmente en 1918 y se mantuvo hasta 1975. En 1979 la OMS declaró erradicada la enfermedad de todo el planeta.

La vacuna contra la viruela se había descubierto en 1796. Edward Jenner fue su inventor, mediante un ensayo clínico cuestionable en estos tiempos: extrajo muestras de una mujer infectada y las inoculó en un niño de ocho años.

La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna o Expedición Balmis, en referencia al médico español Francisco Javier Balmis, dio la vuelta al mundo por tres años. El rey Carlos IV apoyó y sufragó con fondos públicos a este médico de la corte y su equipo para hacer una vacunación masiva de niños a lo largo del imperio, ya que la propia hija del soberano, la infanta María Teresa, había fallecido a causa de la viruela.

El navío María Pita zarpó con 37 personas desde el puerto de La Coruña el 30 de noviembre de 1803; llevaba a veintidós niños, dos médicos asistentes, dos prácticos, tres enfermeras y la rectora del orfanato Casa de Expósitos de La Coruña, Isabel Zendal Gómez. Los niños -de 3 a 9 años- venidos de diferentes hospitales de la caridad actuaron como reservorio vivo de la viruela, siguiendo el método de Edward Jenner.

La expedición estuvo hasta Texas por el norte y pasó por Chiloé en 1803, el punto más austral de la Corona española. Chiloé contó con la vacuna antes que Chile, que recién fue enviada del Río de la Plata a Santiago, en 1805. Paula Caffarena, es de las primeras que se refieren a “políticas de salud pública en el proceso de organización del Estado y la nación” (Viruela y vacuna. Difusión y circulación de una práctica médica. Chile en el contexto hispanoamericano 1780-1830, p. 16).

LAS EPIDEMIAS EN CHILOÉ

 Cuando Henrick  Brouwer, el corsario holandés que tomó Castro por las armas en 1643, dice que la gente recuerda una peste anterior, de los años 1637 y 1638, que aniquiló la tercera parte de la población.

En 1654 y 1657 hubo una gran peste de viruela, la que volvió a repetirse en 1696; cientos de isleños murieron en sus chozas "privados hasta del auxilio de sus familias, que huyen por miedo al contagio", asegura el historiador Pedro J. Barrientos.

Más tarde, en 1737, la viruela,  -atribuida a la caída de un meteorito en las Guaitecas- habría sido también tan catastrófica como el brote de 1789 que mermó la población en más de 3 mil habitantes".

"...el paso de varias epidemias, entre las que sobresalen las viruelas, hicieron estragos en el archipiélago". En 1747 una peste afecta la provincia causando una gran mortandad. Otras epidemias asolan el archipiélago en 1768 y 1771.

Fray Francisco Menéndez al regresar de uno de sus viajes a Nahuelhuapi llega a Calbuco en 1791 encontrando muerta a mucha gente “a causa de unas evacuaciones de sangre producidas por una extraña enfermedad".

Fray Pedro Conzález de Agüeros, en los documentos del Archivo de Indias de 1790, consigna las buenas condiciones climatéricas de Chiloé, “que, aunque húmedo y frío es muy sano exento de enfermedades contagiosas/.../ sólo en 1776 llegó la viruela a dicha provincia y con caracteres benignos, no pasando del puerto de San Carlos a ningún poblado del interior.”

DE LINLÍN A LLINGUA

Mi abuela Socorro Álvarez Pacheco nació en Linlín, pero no conoció a su padre porque murió de viruela. Eran los tiempos de la pandemia, en 1896. De cuando la peste espantaba a la población. Había que abandonar a los hijos, padres y hermanos en ranchitas ocultas en el monte. Ahí se les dejaba la comida. Siempre a barlovento para evitar el contagio. Así sobrevivió, en este sufrimiento, dos tercios o una mitad de la población.

“Donde había un enfermo “se marcaba” la casa con una bandera o un trapo blanco con una seña o una cruz en la puerta, para alertar. Casi todos los días moría gente, pero no los llevaban al cementerio, ni los velaban, sino que los sepultaban en sus mismos terrenos, lejos de sus moradas. No había velorios ni nada. A lo más, una cruz marcaba la sepultura”, relata un llinguano.

Me llamó siempre la atención un vecino Ulloa, que tocaba guitarra con mi padre, porque tenía la cara “picada”: había sobrevivido a la peste. Despertó entre los muertos, decía. Debió haber tenido el contagio ya avanzado el siglo XX. 

Don Juan Bautista Mansilla era de los ancianos de isla Llingua, frente a Achao. Sus recuerdos se entremezclaban con la información que guardaba en su memoria libresca y que leemos en sus apuntes.

---En 1904 una epidemia de viruela mató a la mitad de los vecinos, dice taxativo. La enfermedad la llamaban “chago”. Causó graves estragos en las islas, especialmente en Chaulinec.

Recuerda haber leído un telegrama del Obispo Ramón Ángel Jara, a las diversas capillas de la provincia, el año 1905:

“Datos autorizados me estimulan recomendarle aconsejen a atacados de viruela, luego que se reconozca enfermedad, bebida sudorífica compuesta de una taza de leche caliente mezclada con dos cucharadas de zumo de perejil obteniéndose así que la peste sea benigna”

Una anciana de la zona castreña dice que cuando era niña escuchó que esa enfermedad la trajo un caballero que andaba embarcado y hacía viajes a Valparaíso, regresando a Chiloé con el contagio, cayendo en cama como si fuese un simple resfrío, allá por Curahue. El hombre se llamaba Francisco Antecao y era “rayano”, vivía entre Yutuy y Curahue. Los amigos y vecinos que lo visitaban, a los dos o tres días caían con el mal. Hubo muchos enfermos y muchos muertos. La enfermedad se extendió por toda la provincia.

Luis Mansilla, un historiador local, revisa en microfilms, La Voz de Castro, de 1920: “En octubre la viruela apareció en Curahue. Allí fallecieron más de diez personas y en menos de un mes los contagiados eran más de cuarenta. Se cree que la viruela la trajo un chilote de apellido Antecao quien falleció en Curahue, tres días después de regresar desde el continente en el vapor “Chiloé”; y unos días más tarde falleció su madre; y la epidemia, que cabalga en la ignorancia y la pobreza, ya se ha propagado por todo el distrito. Ha muerto mucha gente en Quilquico, Pullán y en Huenuco. Esa misma semana en la Chacra, un poblado lugar cercano a Castro, muere la machi que fue hasta Curahue para con su magia alejar a Antecao de la muerte porque sus parientes creían que los brujos le habían lanzado un mal”.El cadáver de la “variolosa” fue sepultado en el campo lejos de la casa”, consigna La Voz de Castro, en 1920.

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