La vergüenza: Un silencioso grito de aceptación

08 Octubre 2020

La vergüenza es un sentimiento transversal, es más bien una especie de regulador emocional al que no invitamos.

 


Rafael Salgado >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

 

Te necesito, pero no me atrevo a pedírtelo. Quiero que me lean, pero no me atrevo a escribirlo. ¿Cuántas veces hemos pedido algo en la calle con vergüenza? Al mirarnos en la calle con un extraño. Al saludar a alguien que no se conoce, al presentarnos y no saber qué decir. La vergüenza es un sentimiento transversal, es más bien una especie de regulador emocional al que no invitamos. Nos protege de la exposición excesiva, de sentimientos no muy fáciles de sostener. Sin embargo, si se vuelve crónica u ocupa un lugar muy grande en nuestro interior, nos vuelve inaccesibles a nuestra propia experiencia, nos cerramos, nos volvemos hacia dentro y evitativos con el otro, confusos.

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Cuando pienso en la vergüenza pienso en una sensación muy primitiva, una sensación repentina que sucede en el cuerpo, pero no sabemos bien qué es ni porqué.

Simplemente no hablamos de ella, precisamente porque nos da vergüenza sentir vergüenza. Desde una perspectiva actual en psicoterapia y neurociencias, la vergüenza es un fenómeno relacional. Sartre, quien sufría estrabismo (desviación en la mirada de uno de los dos ojos), decía que “no podía avergonzarse de su cuerpo tal como era, ya que vivía en él, sino que es en la mirada de los otros en el que siente vergüenza de ser tal como es”.

Si la miramos fenomenológicamente - con una mirada abierta que aprecia la experiencia tal como aparece – es una interrupción en el proceso de hacer contacto: el organismo se cierra, la respiración se entrecorta, la mirada baja, nos sonrojamos, ya no hay dignidad para estar y ser como soy.

Es una sensación muy común, aunque quizás muy poco mediada por los pensamientos. Emerge de improviso y nos delata, ya está sucediendo… ya estamos rojos y no queremos que nadie nos vea. Como dirían los fundadores de la terapia Gestalt (Perls Goodman) sucede un quiebre en el puente entre yo y el otro, que permiten sentirse pertenecientes y reconocidos, funciona como un “pequeño traidor” de nuestros deseos y necesidades.

Se desprende así una pregunta que toca un lugar más profundo y existencial: así como soy, ¿puedo ser en el mundo? Así como soy con mis limitaciones, defectos y también con mis talentos ¿puedo ser reconocido sin sentirme avergonzado?

Como mencionábamos, la vergüenza funciona como un regulador de nuestros afectos que son demasiado intensos para la persona poder sostenerlos, precisamente porque no han sido sostenidos por un otro. Y, por otro lado, nos permite, si miramos más profundo permiten intuir el reconocimiento y el apoyo que hacen falta para que no se sienta vergüenza de ser como somos. Delata nuestra falta de apoyo y aprobación a como somos, y a la vez esconde la urgencia de querer ser vistos por el otro, aun cuando no estamos preparados para eso.

Decir que la vergüenza es “relacional” significa que a la luz de la mirada de alguien, quizás “sin querer queriendo”, nos hemos sentido avergonzados. El tema es que ese Otro, luego se apartó de la película, dejándonos solos con esa sensación, pensando en que es nuestra culpa: “te debería dar vergüenza ser así” nos decían los adultos o profesores, sin mirar que el hecho que le dijeran eso al niño, los hacía precisamente sentir inadecuados y avergonzados.

La vergüenza es una experiencia dolorosa, especialmente intensificada por la vergüenza de sentir vergüenza, por lo que cualquier modo de evitarla es preferible incluso a través de otros afectos, rabia, negación, o depresión. Y nos deja lidiando solos con la experiencia de ella. Nos aísla y nos justifica etiquetándonos con algunos juicios no muy favorables “soy tímido”, “soy muy culposo”, “no sirvo para esto”, etc.

Es frecuente que el cuerpo sea la justificación por la vergüenza (el adolescente que cualquier punto de acné es motivo para encerrarse y llorar). Cualquier cuerpo fuera de la norma, muy flaco o muy gordo, muy alto o muy bajo, es motivo de vergüenza muchas veces.

Escribo esto porque siento que vivimos un país en el que nos avergonzamos mutuamente de modo constante. No estamos acostumbrados a reconocernos. A sentirnos orgullosos de cómo somos, excepto cuando exponemos nuestra fragilidad en un desastre natural, o cuando hay que unir fuerzas ante una amenaza mayor. No somos estimulados en el proceso educacional a equivocarnos o compartir nuestros sentimientos, sino a competir, lograr y ser evaluados tanto profesores como alumnos por alguien que dice que está bien o qué está mal. Ahí nos enseñaron a desconectarnos, a no tener paciencia ni perseverancia para aprender del error. A mejor ocultar la falencia, y también el talento, porque tanto al “porro” o al “mateo” los hacían sentir avergonzados de ser como eran. Todos queremos ser reconocidos pero lo mostramos de formas que no se alcance a ver que queremos ser vistos realmente.

Toda experiencia es primariamente una experiencia vivida en el cuerpo en forma de sensaciones. Y la vergüenza serían sentimientos pre-emocionales, y es mediante la aceptación y el recibimiento de los padres (o cuidadores) que el bebé aprende a transformar su experiencia del cuerpo (fisiología) en una experiencia afectiva y relacional (mente psicológica).

Esto me impacta porque nos dice acerca de cuan frágiles y sensibles a la expresión no-verbal del otro. A través de las neuronas espejo (descubiertas por Rizzolatti y Gallese) podemos activar espontáneamente en nosotros las neuronas que está activando o sintiendo el otro. En otras palabras: intuimos naturalmente al otro, pero no necesariamente interpretamos bien sus motivaciones. Podemos sentir “vergüenza ajena” porque podemos sentir la vergüenza del otro.

Los expertos dicen que el bebe es sensible al silencio, rechazo, y la ausencia de signos de reconocimiento de sus expresiones o necesidades. En esto la auto-estima podría verse seriamente afectada.

La vergüenza exclama: “La forma en que soy es inadecuada, me dice que no tengo dignidad para seguir perteneciendo a la comunidad humana así tal como soy”. Es el derecho a existir. La desigualdad en nuestro País, nos hace sentir vergüenza, no sólo económicamente sino que existencialmente. Es la negación de una realidad la que provoca ese dolor de no sentirse reconocido. La cultura individualista, de narcisismo y exitismo nos empodera para camuflar todo error, falta o necesidad del otro. Nuestras faltas, nuestras deficiencias, las partes nuestras que no son valoradas tratamos de alejarlas tanto de nuestra conciencia, como a la vista de los otros. Y por eso nos ponemos rojos: ¡nos descubrieron!

Cuando estoy deseando al otro me siento particularmente frágil y vulnerable. Es la última desnudez y fragilidad, es cuando estoy expuesto como deseante de un otro. Pienso que hoy en día necesitar de otros puede que permita que en las relaciones afectivas y de pareja por ejemplo, se empiece a ocultar nuestras necesidades, de invitar, de ir hacia el otro.

La manera en que somos formados como estudiantes e hijos son igualmente responsables de activar la vergüenza. La situación de asimetría (de la que estoy de acuerdo que así sea) puede dar lugar, si no la sabemos sostener, a que los estudiantes e hijos no quieran mostrar las limitaciones de sus conocimientos y sentimientos porque están siendo puestos en un lugar de exigencia y evaluación constante, diciéndoles cómo deberían estar actuando o sintiendo, en vez de validar el qué les sucede realmente y apoyarlos desde ahí.

Como adultos, al ver que creamos vergüenza en las relaciones, podemos abrirnos a sentir compasión por nosotros mismos y por el otro, para ver la experiencia con curiosidad más allá que juzgarla. Tomar la oportunidad de volverla un momento sanador. La vergüenza no es algo que se vaya a superar, pero podemos bajarle el volumen y dejar de sufrir el impacto paralizante de ella… no teniendo vergüenza de sentir vergüenza.

Podemos preguntarnos ahora, como conversaba con un viejo amigo hace unos días: ¿Qué ambiente estamos creando a nuestro alrededor para que si alguien tiene vergüenza le den ganas de compartirla?