La política de los acuerdos: visión del pasado en el mundo del futuro

29 Agosto 2013

Los modelos de desarrollo o se hacen bien o se hacen mal. Llego el momento de avanzar y hacerla bien. La política de los acuerdos nos ha llevado a ser deficientes y poco detallistas y que las relaciones sociales estén faltos de sentido común, generando insatisfacción.

Andrés Gillmore... >
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Un acuerdo como estrategia de desarrollo para que tenga la capacidad de transformarse en una buena ley de la republica, debe de ser acordado por las diferentes organizaciones, instituciones, empresas e interesados en general. Si quedan fuera de estos acuerdos y no se toman en cuenta las opiniones de los segmentos a los cuales están dirigidos, el acuerdo carece de representación y solo se limita a la opinión de un grupo de poder que toma la decisión, a través de una negociación para llegar a un acuerdo y lograr un término medio, en ningún caso una solución real.

Los conflictos de la toma de decisiones son inherentes a cualquier sociedad y deben de resolverse oportunamente. Pero eso no significa que debemos dejar la prolijidad y el hacer bien las cosas de lado para queestos acuerdos no se transformen en simples protocolos para no defraudar los intereses creados de los grupos de poder en detrimento de las comunidades. Desde los inicios de la nueva democracia en 1989, nos hemos encaminado como base de sustentación por el sendero de la política de los acuerdos. Este formato sirvió al comienzo de la transición, pero en la realidad actual ya no es viable y es parte del pasado. Tomar un acuerdo implica una negociación y esto necesariamente nos introduce en las variables de ganar y perder. Las implicancias de ganar y perder al tomar un “acuerdo negociado”, pueden ser extremadamente negativas a la hora de ponerlo en práctica. Las negociaciones, los acuerdos y los consensos son como las campañas políticas. No las ganan necesariamente las buenas ideas, las ganan el poder de los intereses creados, los vínculos sociales de los que negocian y los que toman los acuerdos y sobre todo los que financian. 

Estos porcentajes de los acuerdos llamados pérdidas o implicancias, son tremendamente relevantes en la ecuación final de lo que se obtiene en un acuerdo, produciendo las deformaciones finales en el mundo social, porque no es lo que se necesita realmente, produciendo inequidades, injusticias y centralismo, dando pie a los malestares sociales que vivimos en la actualidad. La política de los acuerdos nos ha llevado todos estos años a un tremendo anacronismo del modelo de desarrollo, permitido por un Estado que no cumple con su función básica de fiscalizar adecuadamente, ser un árbitro imparcial de la sociedad y crear los referentes de acuerdo a las necesidades de toda la población. Todo se ha hecho en función de los acuerdos, pasando por alto las funcionalidades y los verdaderos objetivos. Hoy lo que necesitamos es simplemente hacer las cosas bien, como corresponden. Esos parámetros no pueden ser negociables.

Chile ostenta la “medalla de ser un país miembro de la OCDE” por consiguiente tenemos responsabilidades y tenemos problemas de país desarrollado, con un centralismo que no corresponde a la medalla que se ostenta, con graves falencias en la base de sustentación social, económica, industrial y estructural.Con el lastre de lo que significa ser un país sin industria, mono productor, con una matriz energética con una huella de carbón que ya nos esta haciendo daño internacionalmente por su alto contenido de carbono.

Los acuerdos por si mismos son malos conceptos y se transforman al poco andar, en una carga muy difícil de sobre llevar y no representan las necesidades que requieren ser resueltas por la sociedad. Las nuevas generaciones que heredan esta forma del hacer, reconocen la falencia y como es natural se rebelan ante la deformación que proponen estos acuerdos y ponen en duda el modelo y en serios entre dichos ha todos aquellos que los tomaron.

El modelo de desarrollo que proponen los acuerdos según los parámetros del nuevo Chile, es no tener la capacidad de enfrentar el futuro como corresponde. Hacer las cosas bien y ser certeros al momento de tomar decisiones ante la realidad actual es la única vía responsable. Los acuerdos no reconocen los pros y contras de las decisiones. Un acuerdo es en gran medida un parche, un arreglo ideológico que oculta una verdad que indudablemente se proyecta en detrimento de otros, con implicancias sociales negativas y muy relevantes para los segmentos más desprotegidos de la sociedad.

Para que un país tenga la capacidad de entrar definitivamente en el mundo de hacer las cosas bien, implica necesariamente lograr una madurez estructural de las organizaciones y de los individuos que componen la toma de decisiones. Entendiendo que la única manera de proyectarse adecuadamente, no es otra que trabajar sustentados en decisiones acertadas sin negociar lo innegociable y ver el bien común como una perspectiva de solución.

Si en materia energética hubiésemos tenido la capacidad de hacer las cosas bien no nos hubiésemos sustentados en acuerdos insuficientes, que dieron origen al fallido proyecto del gas argentino, permitiendo una deficiente ley medio ambiental para ganar tiempo y tapar el error cometido, privilegiando a las transnacionales. Seguramente hoy no tendríamos los problemas energéticos en la matriz. Si en educación hubiéramos tenido la capacidad de no llegar a tantos acuerdos y tener tanta contemplación ante el formato que se propuso para beneficiar a los grupos financieros de poder, que buscaron en la educación una forma de lucrar, hoy seguramente tendríamos una educación de calidad.

Hoy más que nunca debemos tener la capacidad de superarnos a nosotros mismos, dejando de lado la mediocridad que representa la política de los acuerdos en materias estructurales de desarrollo. Debemos encontrar la capacidad definitiva de poder hacer las cosas bien, con los parámetros reales y con objetivos de sustentación sin negociar. La política de los acuerdos es una visión del pasado en el mundo del futuro que debemos superar.