La belleza de la vulnerabilidad: ¿qué nos enseñará esta cuarentena?

13 Mayo 2020

Carl Rogers, un gran terapeuta humanista decía: “antes de cualquier sesión me tomo un momento de recordar mi humanidad, yo también estoy siendo vulnerable y por eso soy suficiente. Ya no necesito estar a solo, ni tampoco el otro y eso hará que la sanación comience”.

Rafael Salgado >
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Cuántas personas, abuelos y abuelas viven su enfermedad, su muerte o su simple y difícil cuarentena en profunda soledad. ¿Qué actitud tomar? ¿Qué tipo de relación invita esta pandemia con la muerte y la enfermedad? Si sopla el viento en el otoño lo vemos muy claro: un dejar ir todo aquello que creíamos que debía ser, iluminando así las cosas como son: impermanentes. Esto muestra el dolor y sufrimiento que genera saber que no durarán las cosas como nos gustarían, pero al mismo “No hay mal que dure cien años” dice el refrán popular. El dolor también es impermanente.

La pregunta por la muerte está en el aire y hoy cobra mucho sentido. No sólo como posibilidad, como ha sucedido con muchas personas mayores, sino también porque toca la propia fragilidad. Lo limitante y lo frágil son palabras casi extirpadas en la sociedad inmediatista y de consumo en que vivimos. “Siempre se puede más, siempre querer es poder”. Y  en esta pandemia justamente nos vemos impedidos muchas veces de poder hacer algo al respecto.

Quizás no alcanzamos a darnos cuenta que todo ha sido así siempre: frágil y efímero. La sensación de estabilidad y de permanencia es más bien ficción a la luz de la realidad y fugacidad de la existencia. Por más crudo que sea la verdad de la impermanencia, es precisamente una verdad.

¿Qué pasa si nos disponemos atravesar estos tiempos con coraje y con una actitud compasiva desde el corazón? Joan Halifax, una maestra zen norteamericana, activista y experta en el acompañar a morir dice: “Es la actitud con el que nos sentamos a meditar: Espalda fuerte, corazón suave”. Espalda fuerte significa ecuanimidad, estabilidad y coraje. La espalda que nos ha permitido atravesar todas las crisis anteriores en nuestras vidas, y que sigue ahí sosteniéndonos. Corazón suave es el sentir sensible, sin endurecerse. Es el amor más allá de nuestra identidad personal, que desea que los demás seres sean felices y encuentren la paz. Estos tiempos nos permiten aprender a vivir con un corazón roto, como dicen algunas tradiciones contemplativas. En el sentido de aprender a estar de verdad en la vulnerabilidad, quedándonos ahí sin querer escapar. El gesto es valiente, y en eso consiste la belleza de la vulnerabilidad.

La invitación es no rechazar el miedo, en medio de todo preguntar: “a ver qué me está enseñando esto”. Tener miedo y así todo, seguir ahí presente. Cuantos profesionales de la salud y trabajadores que van a diario a sus labores cruzan este dilema.

Surge como importante que nos tomemos este tiempo con profundidad, de ver qué es lo importante, de ver cómo en la fragilidad puede surgir el coraje y la belleza. No como un ingenuo optimismo, sino como una esperanza sabia. Halifax nos comenta que este tipo de esperanza está lejos de ser ingenua, ya que por un lado mantiene viva la importancia de lo que hagamos o no, y por otro lado invita a no esperar ningún resultado. Simple y difícil a la vez.  

Como dice el gran escritor Japonés, Murakami:

“cuando hayas cruzado la tormenta no recordarás cuando cruzaste o pasaste la tormenta. Si sabrás que cuando salgas de esta tormenta no serás la misma persona que salió de ella”. Los Japoneses saben cómo soportar la catástrofe, recoger los pedazos, seguir y levantarse.