Buenas conversaciones, buenos futuros
¿Jaula, palacio, cárcel o templo?
Los que hemos nacido en democracia, por primera vez en nuestra vida, pudimos sentirnos encerrados como un pájaro en una jaula o como presos en una cárcel, sin haber cometido un delito.
Inma Pérez >
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Cuando converso con otras personas sobre esta crisis sanitaria y lo que ha implicado para ellas y para mí misma, puedo reconocer procesos internos sorprendentes, conmovedores e, incluso, desconcertantes.
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Quienes vivimos en Chile, llevamos más de 5 meses y medio en esta crisis sanitaria y social que nos ha llevado a incorporar nuevos conceptos como confinamiento, distancia física o cuarentena, pero sobre todo que nos ha llevado a vivir un largo proceso donde dialogar con nuestros límites y mirar nuestros miedos, un proceso que nos ha obligado a lidiar con la incertidumbre y repensar nuestros estilos de vida, que nos ha llevado a preguntarnos por el sentido de la vida, por lo que es justo, por lo que implica la libertad.
En este proceso descubro que hay elementos comunes y diferenciadores entre las experiencias humanas que me hacen cuestionarme profundamente.
Por un lado, el Covid-19 limitó nuestra capacidad de movernos, de desplazarnos por el simple gusto de pasear, de conocer nuevos lugares. Los/as que hemos nacido en democracia, por primera vez en nuestra vida, pudimos sentirnos encerrados como un pájaro en una jaula o como presos en una cárcel, sin haber cometido un delito.
Como aves enjauladas, perdimos la posibilidad de estar con nuestra bandada, de ir físicamente al encuentro y eso nos hace cuestionarnos quiénes son las personas importantes de nuestra vida, con quiénes quiero pasar mi tiempo, quiénes son mi prioridad…
Hemos podido experimentar la sensación de estar en un espacio reducido, sin tiempo a solas, vigilados/as, sin posibilidad de desplazarnos o con la obligación de tener que pedir permiso para hacerlo. Y esto nos ha recordado como nuestra ansia de libertad no puede ser ajena a la responsabilidad de cuidarnos y cuidar a los/as demás. Ser libre implica ser responsable.
Por otro lado, cuando reconocemos que vivimos este tiempo como en un palacio, nos situamos automáticamente en la vereda de quienes somos privilegiados/as. Tenemos techo, comida y calor, una pieza propia y espacio para trabajar cómodamente desde casa. Tal vez tenemos una linda vista, un patio donde estirar las piernas o un cerro donde poder trotar.
Y, al reconocer esto como un privilegio, nos urge luchar para que techo, comida y calor, un espacio cómodo y agradable… sea también un derecho para quienes no pueden acceder a ello actualmente.
Por último, reconozco elementos similares entre estar confinados y estar en un templo o convento. La cuarentena ha sido para muchos como unos largos ejercicios espirituales. Silencio, tiempo a solas y espacios limitados que te llevan a mirar adentro, ese espacio de dónde no puedes huir. Tiempo para reaprender a disfrutar con lo pequeño, con lo sencillo, con la presencia. Tiempo para extrañarnos y valorarnos, para agradecer y confiar.
En marzo de 2020, el tiempo se detuvo, perdimos mucho que habíamos ganado, pero también ganamos mucho que habíamos perdido.
¿En una jaula, cárcel, palacio o templo? ¿Cómo estás viviendo este tiempo? Probablemente, de nuestra mirada, de cómo elijamos vivir, va a depender la respuesta a esas preguntas.