Historias de Cárcel: Jóvenes dejados a su suerte

17 Julio 2020

La historia de Claudio no es la típica historia de cárcel, pero sí tiene un elemento en común con otras: el abandono. Algo de lo que nos debiéramos hacer cargo como sociedad.

Javiera Lecaros >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Después de 10 años institucionalizado por el sistema de justicia, Claudio salió en libertad. Aunque aún le quedan 2 años más de condena, por su buen comportamiento e historial de méritos, podrá cumplirlos en el medio libre a través de un programa especializado que solo existe para los que fueron condenados como menor.

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La historia de Claudio no es la típica de extrema pobreza cuando hablo de cárcel, porque su mamá fue trabajadora de casa particular, empleo que le permitió cubrir todas las necesidades básicas de su hijo, excepto una: la compañía. Como trabajaba de lunes a sábado puertas adentro, Claudio quedaba expuesto al cuidado de quien pudiera recibirlo, lo que obviamente derivó en ausencia de límites, afecto intermitente, deserción escolar y bueno, ahora si lo típico: abandono.

Abandono que el sistema se encarga de reforzar con bastante éxito: un joven al que se declara responsable por un delito es sancionado sin considerar ninguna instancia que permita abordar las causas psicosociales que lo llevaron a cometer ese delito. Una vez cumpliendo su sanción, además de ser condenado por la sociedad como “delincuente juvenil”, se integra a un sistema de actividades insuficientes, la mayoría de las veces con libertades restringidas, incluso de comunicación y movimiento. En las cárceles (si, existen cárceles para jóvenes), muchas veces ni siquiera son integrados al sistema escolar; Claudio por ejemplo, tiene 19 años, lleva 10 años en el sistema y todavía tiene 6to básico incompleto: ¡19 años y 6to básico!

Entonces me pregunto, ¿cuál es el objetivo de seguir mandando gente a las cárceles si no es para que desarrollen habilidades que les permita la (re) inserción social? Sin eso, sin un proceso de preparación, no hay oportunidad que sirva, porque no tienen las herramientas que les permita aprovecharlas.

El día que fuimos a buscar a Claudio a la cárcel, le entregamos un kit de higiene, una muda de ropa y una mochila para que guardara sus cosas. No lograba integrar su asombro y agradecimiento por eso, era la primera vez que salía y lo iban a buscar, que se sentía apoyado, que podía no tener miedo de “quedar tirado todo el día esperando”. “Es la primera vez que siento que alguien cree en mí”, nos dijo.

En Fundación Kalén promovemos la reinserción social de las personas privadas de libertad y sus familias, creemos que el primer paso es validar este cambio, confiar en ellos, entregarles herramientas para que puedan aprovechar la nueva oportunidad, cuando muchas veces es la primera. La reinserción social es un trabajo en equipo que nos compete a todos y todas, porque en Kalén sabemos que todos tenemos una mejor versión de nosotros mismos.