El “síndrome de la cabaña” o el miedo y terror a salir del hogar

21 Agosto 2020

Aquellas personas que están obligadas a pasar su encierro de manera solitaria, tienen más posibilidades de desarrollar el síndrome de la cabaña.

Franco Lotito C. >
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No cabe duda alguna, que la pandemia por coronavirus ha alterado completamente nuestro habitual estilo de vida, a tal punto, que han surgido una serie de nuevas “formas de vivir”, de trabajar y de interactuar con las personas, formas a las cuales estaremos obligados a adaptarnos, si es que queremos mantenernos sanos física, emocional y mentalmente, por cuanto, a la pandemia por Covid-19, hoy se le suman:

1. Una “pandemia laboral” que, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hasta ahora ha destruido en todo el mundo más de 300 millones de puestos de trabajo, con la posibilidad de que esta cifra siga aumentando.

2. Una “pandemia humana o social”, en que tenemos la obligación de mantener la llamada “distancia social” –que yo prefiero llamar “distancia física”– incluso con nuestros familiares y seres queridos, condición que provoca una gran nivel deangustia y ansiedad en las personas.

3. Una “pandemia de trastornos mentales”, con mucha gente sufriendo todo tipo de síntomas: depresión, angustia, ansiedad, crisis de pánico, irritabilidad, labilidad emocional, trastornos gástricos, insomnio, temor, incertidumbre, etcétera.

Como consecuencia de todo lo anterior ha surgido el llamado “síndrome de la cabaña”, es decir, el temor y el miedo que experimentamos a salir a la calle. Tengamos presente, que en mucha gente se gatilló una suerte de alarma interna ante las órdenes de las autoridades sanitarias y del gobierno, de encerrarnos en nuestros hogares como la única forma de estar a salvo de contagiarnos el coronavirus. Este confinamiento obligatorio ha sido una pesadillas para algunas personas, sobre todo para aquellas que viven en espacios reducidos.

Se habla entonces, del “síndrome de la cabaña”, cuando la gente siente miedo de salir a la calle, miedo y temor a tomar contacto con otras personas fuera de las cuatro paredes del hogar, que ahora se ha convertido en nuestro único refugio seguro. Temor a realizar una serie de actividades que antes eran habituales y cotidianas, tales como ir a trabajar, movilizarnos a través de un medio de transporte público, relacionarnos y tomar contacto con gente conocida y gente nueva, ir a visitar y saludar a nuestros familiares y amigos cercanos, hacer una fiesta para celebrar un evento o festejar el cumpleaños de un ser querido, etcétera.

Algunos especialistas señalan que este nuevo síndrome viene derivado de lo que se conoce como la “fiebre de la cabaña” (o “cabin fever”, en inglés), con la gran diferencia, que en este último caso, estamos frente a una experiencia completamente opuesta, ya que cuando el sujeto experimenta la “fiebre de la cabaña”, ésta viene acompañada de una reacción de agitación, irritabilidad, frustración, inquietud, desesperanza, ira, rabia y con mucha dificultad para poder concentrarse. Estos son síntomas que se gatillan ante una imposición externa –de la naturaleza que sea– a permanecer encerrados en un espacio reducido, sin libertad de poder movernos de acuerdo con nuestras necesidades y deseos.

Por lo demás, esta reacción de las personas, es una reacción natural, especialmente, cuando el confinamiento nos obliga a estar encerrados por 40, 50 o más días, tal como está pasando en muchas partes del mundo.

Ahora bien, gracias a ese “instinto de supervivencia” que viene inscrito a fuego en nuestro código genético, las personas –en términos generales– comienzan lentamente a realizar un proceso de adaptación ante la obligación de vivir –y convivir con otros– encerrados detrás de cuatro paredes. Este proceso de adaptación que vive el sujeto, es fácil de comprender, ya que aquella persona que vive el “síndrome de la cabaña” comienza ahora, por un lado, a experimentar confort, seguridad y tranquilidad con las actividades que realiza en el hogar, en tanto que por otro lado, puede empezar a sentir ansiedad, miedo, irritabilidad, temor, etc., con sólo pensar en que más adelante deberá salir a la calle y retomar la vida que tenía antes de su confinamiento y encierro en su casa.

A lo anterior, se suma otro hecho importante: aquellas personas que están obligadas a pasar su encierro de manera solitaria, tienen más posibilidades de desarrollar el síndrome de la cabaña, por cuanto, la costumbre de no tener contacto físico o cercano con otras personas, expone al sujeto a crear una suerte de coraza y/o conducta de rechazo al contacto con los demás, sin que importe mucho de quien se trate, especialmente, cuando la persona siente que la pandemia no está superada y que el peligro de contagio del virus Covid-19 continúa vigente, situación que frena y coarta el deseo –o la intención– de enfrentar el contacto social y aventurarse a “espacios abiertos”, los que presentan innumerables estímulos que escapan al control de la persona afectada por el síndrome.

El método recomendado para enfrentar exitosamente el síndrome de la cabaña, corresponde a una técnica llamada “desensibilización progresiva o sistemática”, es decir, ir haciendo salidas graduales –paso a paso– de acuerdo con el sentir de la persona: salidas a pasear, hacer algo de ejercicio, ir tomando contacto de a poco con el exterior, disfrutar del aire fresco y de la naturaleza, por cuanto, al asociar la salida –que nos agobia– con algo placentero, hace mucho más fácil el hecho de querer repetir la experiencia.

Por otra parte –para efectos de aliviar los síntomas del síndrome de la cabaña–, resulta muy importante respetar y seguir los protocolos de seguridad y de sanidad que se han establecido: el uso de la mascarilla, mantener una distancia física, practicar un lavado de manos constante, todo lo cual, entrega una cierta sensación de seguridad personal.

Si aún después de todo esto, la persona aún siente miedo y malestar ante la idea de salir de la casa, lo recomendable, es pedir la ayuda y apoyo de personas expertas y especializadas en este tipo de problemáticas.