[Opinión] La política como bien de consumo desechable

16 Mayo 2014
Falta credibilidad de esa a la antigua, con grandes dosis de solidaridad, honestidad, trabajo, sentido común y ética del hacer. El nepotismo no se ha erradicado como debería ser y eso perjudica enormemente la credibilidad, ante una ciudadanía que prefiere omitirse.
Andrés Gillmore >
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No hay duda que estamos viviendo grandes cambios en nuestros políticos y estos han entrado en una vorágine por mantenerse, transformando la realidad de la política en un bien de consumo, no deja de ser interesante y entretenido, pero como cuesta creerles. La desacreditación de los unos a los otros está a la orden del día, no existe espíritu de grupo en ninguna de las dos coaliciones y la lealtad la bien intencionada no existe, ya no sabe para quienes trabajan estos profesionales de la política y dejan un sin sabor tremendo en quienes dependemos de ellos para obtener mejores condiciones de vida.

Los políticos al día de hoy se han transformado en un bien de consumo más; los de la Nueva Mayoríaprometiendo grandes cambios que ahora si las cosas irán mejor, con el mensaje subliminar que por favor los disculpemos por los más de 20 años en que no consideraron a la ciudadanía y que solo se preocuparon por sus intereses. Los de la Alianza por Chile con el discurso al revés, prometiendo preservar y no innovar, pero lo que se observa es que no existe profundidad y solo una reacción ante una realidad, entendiéndose claramente que si la ciudadanía no hubiese tenido la capacidad de abrir la caja de pandora e iniciar al proceso ciudadano en el año 2011 con las grandes marchas por las innumerables problemáticas sociales, ninguna de las reivindicaciones estarían en la carpeta de los políticos, todo seguiría igual y eso es muy preocupante. Los mismos políticos que hoy rasgan vestiduras ante HidroAysén, Asamblea Constituyente, AFP, Educación, etc estaban hasta hace poco muy cómodos con esa realidad, solo reaccionando ante un imperativo ciudadano social, haciéndose parte solo para mantenerse a flote y no perder los beneficios. En ningún caso ha sido porque entendieron a cabalidad que el modelo de desarrollo necesitaba mejoras sustanciales.

Lo que se espera de los políticos es que los diputados entiendan las necesidades de sus distritos y fiscalicen adecuadamente, que los senadores legislen con objetividad y en pro de un desarrollo balanceado y sustentable, pero lamentablemente se han transformado con el tiempo en verdaderos girasoles a la expectativa, sin ideas propias sobre todo los diputados. No puede ser posible que la ciudadanía en sus ratos libres y luego de trabajar 8 horas, tengan que salir a las calles para pautearles lo que tienen que hacer. Luego cuando a regañadientes cumplen con su deber se sienten empoderados, se alaban entre ellos mismos y discursan lo preocupados que son; pero algo no cuadra y no esta funcionando como debería. Un buen político y no digo nada nuevo, se adelanta a los hechos, tiene claro lo que sus votantes necesitan, llega con soluciones no con problemas, están rezagados y se les nota y esto sucede porque en verdad no hay renovación, no de personas si de ideas, faltan nuevas lideranzas y estrategias de complementación.

El gobierno entrante de la Nueva Mayoría apela hasta el cansancio que nada se ha hecho bien, que han recibido un país con serias alteraciones sociales, olvidando que gran parte de los problemas actuales fueron ellos los causantes. Los salientes de la Alianza por Chile, consideran que un gobierno no se hereda, se gestiona. Pero la verdad no es ni una cosa ni la otra, ambas tesis tienen algo de razón y mucha des razón, pero ambas tienen algo en común, son culpables de todo.

Falta credibilidad de esa a la antigua, con grandes dosis de solidaridad, honestidad, trabajo, sentido común y ética del hacer. El nepotismo no se ha erradicado como debería ser y eso perjudica enormemente la credibilidad, ante una ciudadanía que prefiere omitirse.

La falta de convocatoria en las elecciones pasadas, fue un claro signo que hoy todo es más complicado, que la simple simplicidad y valga la redundancia, de dictaminar leyes y cambios en la constitución, pasa más que nada por encontrar una actitud con objetivos claros, siempre queda la sensación que hay algo escondido que no sabemos. No se ha tenido la capacidad de innovar en las estrategias de desarrollo, demostrando transparencia; lo que ha llegado y puesto como solución es solo el resurgimiento de ideologías que considerábamos en el pasado, aportando muy poco para lograr un entendimiento real por un Chile mejor. Lo único que se ha conseguido es polarizar el ambiente.

Parte de la ciudadanía cree que si es posible divisar la luz al final del túnel, que basta con hacer los cambios necesarios y con esa perspectiva lograremos encauzarnos en una nueva forma, cambiando definitivamente la matriz del modelo económico y social. Para los de la Alianza por Chile no hay dos verdades, la luz que la Nueva Mayoría divisa al final del túnel encandilara los sentidos y permitirá que no veamos el abismo, que esa luz no es de esperanza y en verdad es una locomotora que nos impactara de lleno destruyendo los sueños y las esperanzas contenidas de tanto chileno que necesita de verdad mejores condiciones de vida.

La gran pregunta que debemos hacernos en consciencia como sociedad, es si el proceso actual es el inicio de algo de trascendencia, o simplemente significara pisarnos la cola nuevamente y que a la larga nos complicara más la vida y las grandes transnacionales simplemente traspasaran el costo a los usuarios y la vida se nos hará más cara y difícil de llevar; o de verdad y a pesar de todo si es posible transformar el proceso actual en una posibilidad cierta de un mañana mejor, creando un modelo con más humanidad, más representatividad y que vaya mucho más allá de la simplicidad ideológica de los polos opuestos divergentes que luchan por ganar el poder a costa de cualquier cosa.

Los políticos de todas las posturas y ninguno se escapa a ello salvo raras excepciones que siempre las hay, de una u otra manera se les ha complicado el escenario y luchan con todo lo que tienen para mantenerse. Si analizamos en profundidad veremos que se han transformado en verdaderos productos de consumo para que los relacionemos con ideas innovadoras, pero en verdad son solo discursos y esconden intereses oscuros por lograr mantenerse. Los simples ciudadanos de a pie, tenemos la sensación que la gran mayoría de los políticos no han entendido el mensaje. Las reivindicaciones ciudadanas les han quitado el velo de lo que en verdad representan, pero por increíble que pueda parecer y muy a pesar de todo, muchos han creado nuevas alianzas y transitan por la cornisa en busca del nuevo fundamento y podrían ser llamados como los tartamudos de la política, porque en realidad no sabemos cuales son sus verdaderos intereses y quienes están detrás de ellos. Votar en la actualidad por un político aunque sea de un partido estable, histórico y reconocido, no entrega garantía de nada y menos que represente los valores del partido del que dice ser. Es mucho más importante saber quien lo financia.

El producto político propiamente tal se ha hecho difuso, difícil de evaluar correctamente, un político en la actualidad es más que nada un lobista, un representante de algo que difícilmente son ideas o puntos de vista y si de intereses creados; cuando los políticos dejan de ser automáticamente se transforman en lobistas. La máxima aspiración de un lobista es ser un político; esta realidad ha desvirtuado la política y lo que se espera de ella, introduciéndonos en un choque de fuerzas contenidas de gran potencia, unos “revolucionarios”, algunos “modernos”  otros “conservadores” algunos “renovados” los menos “tranquilos” “otros “sofisticados y algo perversos”, con formas de hacer que van en contra sentido, pero que se rigen bajo la tutela de los mismos intereses corporativos que todos aspiran a mantener y su tan especial membresía; salvo raras excepciones que siempre las hay, poniendo a prueba todos los días “nuestra débil y joven democracia participativa”. 

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