Editorial Mi Voz: Una sociedad atravesada por el miedo

07 Enero 2021

Necesitamos un propósito de país que reconozca la legitimidad de cada persona y de sus visiones e intereses, partiendo por ponernos al día con algunos mínimos (…) reconociendo y atendiendo los miedos que nos cruzan.

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Cuando nos preguntamos por qué en Chile la unidad es esquiva, tanto a nivel país como de comunidades y algunos sectores políticos, una posible respuesta es el miedo. Miedo de nosotras y nosotros mismos, a perder ventajas, a que no nos entendamos, a que nos aplastemos unas a otras y unos a otros. Un miedo fundado en convicciones sobre las intenciones de los otros, sobre el error de los otros y sus consecuencias para nosotros.

¿Cuáles miedos?

El “nosotros”, que somos todas y todos los chilenos, tiene un propósito práctico simple y muy difícil, cuidarnos y garantizarnos una vida mínimamente acomodada; asegurar la vida de los 18 millones de chilenas y chilenos, que no haya temor a no poder educar a las hijas e hijos, a la vejez abandonada y a la enfermedad.

Pero sobrevivimos en la inestabilidad y seguimos siendo pueblos divididos al servicio de las grandes potencias china y norteamericana. En Sudamérica somos países que vivimos al descampado y peleados entre nosotras y nosotros. Nos faltan conversaciones que permitan desarrollar un sentido de nación con perspectiva para ponernos de acuerdo.

Para que nuestras conversaciones tengan alguna posibilidad de producir un camino de felicidad y prosperidad, necesitamos un propósito de país que reconozca la legitimidad de cada persona y de sus visiones e intereses, partiendo por ponernos al día con algunos mínimos, como la integración de los pueblos originarios, el empoderamiento de los sectores de población históricamente invisibilizados, dar su lugar legítimo a las mujeres y cuidar del medioambiente, entre otras cosas. Y hacer esto reconociendo y atendiendo los miedos que nos cruzan.

Salta a la vista que este camino es un desafío más profundo, existencial y espiritual para darnos la posibilidad de convivir civilizadamente y colaborarnos. No es simplemente un problema de recursos, gestión y chorreo. El cambio histórico que Chile necesita implica superar –lo que hay quienes denominan- el experimento neoliberal que se quedó corto en la búsqueda del bienestar para todos. Hemos avanzado, pero nuestro estado aún dista de lo que evidenciamos como necesario para vivir de manera tranquila y razonablemente acomodada. El camino de estos 30 años nos ha llevado a preocupaciones como las inversiones, el crecimiento económico y el desarrollo tecnológico, haciéndonos creer que en ello reside el rumbo que deberíamos tomar como país para tener una presencia significativa en el mundo.

Como plantea el filósofo coreano Byung-Chul Han, este sistema suprime estructuras estables en el tiempo y con el objetivo de incrementar la productividad fragmenta los tiempos de la vida, nos individualiza y aísla en detrimento de la solidaridad produciéndonos inseguridad respecto de las otras y los otros. Dice, nos aquejan miedos difusos: miedo a equivocarnos, a fallar, a fracasar, a quedar al margen y a no responder a nuestras propias exigencias, intensificándose en base a la comparación con las otras y los otros.

Una oportunidad constituyente

El salto necesario y cualitativo es social y tenemos hoy la oportunidad de impulsarlo con la nueva Constitución. Se debe instalar en la Convención Constitucional el debate en torno a que el país le garantice la vida a todas y todos sus habitantes mediante derechos sociales como vivienda, educación, salud y pensiones. Las constituciones son las normas de convivencia y modificándolas podemos girar el curso de las cosas cambiando nuestras conversaciones.

Pero debemos saber que la nueva Constitución no va a venir a cambiar nuestras instituciones tan fácil y rápidamente. Una carta magna poderosa no se materializa en una generación, porque los vacíos y miedos que nos han producido nuestras reglas del juego actuales son existenciales. El juego del cambio es histórico porque, como dice un estudio del PNUD: “En Chile, decir que el país es desigual es una obviedad. La desigualdad es parte de su fisonomía histórica, un rasgo estructural del orden social desde sus inicios hasta nuestros días. Para los habitantes es un elemento esencial de cómo entienden el país donde viven y la posición que ocupan en la sociedad.”

Se trata de un cambio lento y grande, la dignidad no va a llegar ahora y si tenemos que continuar esta ruta es por nuestras y nuestros bisnietos. Pues como versaban las calles y cánticos, el proceso que iniciamos dura hasta que valga la pena vivir la vida y sin miedo.

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Referencias: Han, B. C. (2017). La expulsión de lo distinto. Herder Editorial.

PNUD (2017). Desiguales. Orígenes, cambios y desafíos de la brecha social en Chile. Santiago de Chile, Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo. Página 17.

Imagen: Pixabay CC mohamed_hassan

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