Turismo responsable en entornos naturales en época de pandemia

22 Enero 2021

A inicios del 2020, una de las actividades económicas con la mayor tasa de crecimiento a nivel mundial y nacional se transformaba de un minuto a otro en una amenaza y como tal debía ser controlada.

Raffaele di Biase >
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Cuando a inicios del 2020 nos dimos cuenta de que lo que parecía un virus estacional se transformaría rápidamente en una emergencia sanitaria mundial, causada por nuestra irresponsable y distorsionada relación con especies silvestres y propagada por la movilidad espacial, el turismo vio como el presente se oscurecía y el futuro se tornaba borroso e incierto, ingresando a una crisis histórica que aún no parece estar cerca de resolverse. Una de las actividades económicas con la mayor tasa de crecimiento a nivel mundial y nacional se transformaba de un minuto a otro en una amenaza y como tal debía ser controlada.

Hasta el día de hoy, en que el virus sigue propagándose sin control, la movilidad que es esencia del viaje sigue limitada, en un esfuerzo sensato y responsable de contener los contagios y proteger a las comunidades y a nosotros mismos. Aunque suene redundante las crisis han sido y siguen siendo también grandes oportunidades. Y en el caso de la actividad turística no es la excepción. Porque es innegable que los impactos que el turismo tenía, tiene y lamentablemente seguirá teniendo pueden ser mayores a los beneficios económicos que genera. Chile no es la excepción, es justamente un caso abierto donde aún vivimos en la dicotomía permanente entre una vocación innegable al turismo de naturaleza y la industria extractiva que pone justamente en riesgo los atributos territoriales que el turismo responsable necesita conservar para proyectarse hacia un presente y futuro sostenible. Si bien estamos inundados por mensajes que celebran la sostenibilidad y vaticinan la era “del nuevo turismo” enfocado en una nueva relación con la naturaleza, este mensaje no deja de estar todavía muy lejos de la realidad. La crisis económica nos ha obligado a replantear este sector económico, pero al mismo tiempo nos ha generado urgencias que muchas veces nos desvían del propósito y de la necesidad de reflexionar sobre nuestra relación con los entornos naturales. Tendremos que construir una nueva perspectiva, que pone en primer lugar la calidad de vida de los territorios, los ecosistemas y las comunidades como premisa esencial para empezar a construir una forma realmente sostenible sobre la que proyectar el nuevo turismo.

Llanquihue es un buen ejemplo: ciudad de humedales, a escala humana, que no ha sucumbido aún al desarrollo inmobiliario y al despojo de sus elementos naturales. Comunidades empoderadas, participativas y activas que no construyen una ciudad para el turismo sino más bien para las comunidades mismas, como debe ser. A esto sumar la participación de actores privados como la Fundación Legado Chile que articulan y promueven una vocación territorial fundada en una relación eco sistémica con el entorno.

La visitación a este punto se transforma en la consecuencia de estas políticas que mejoran la calidad de vida de los habitantes de un territorio y por ende detonan la visitación. Cuando es el turismo el que se apropia de un destino entonces es cuando la sostenibilidad empieza a desaparecer o a transformarse en un slogan vacío, cae bajo las políticas que se diseñan y generan para el visitante y se olvidan del residente. La nueva relación turística con nuestros territorios y por ende con nuestro patrimonio natural debe partir por responsabilidades.

Responsabilidades de quienes visitan, de quienes promueven y comercializan la visitación y de quienes velan por el respeto y el marco legal de los territorios visitados. Un trabajo mancomunado, que incorpore nuevos términos como límite de carga aceptable y comercio justo, sólo para nombrar algunos, y que proyecte el cuidado de nuestro patrimonio natural por sobre cualquier otra actividad, turismo incluido.

Imagen:Huawei/Agencia Uno