Por qué es importante contar con un proyecto de educación sexual integral

28 Octubre 2020

Es preciso orientarles a nuestros niños, en el desarrollo de su sexualidad, no sólo para su futuro, sino para que la vivan satisfactoriamente en su propio presente.

Carolina Lépez >
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Hace unos días, la Cámara de diputados rechazó el polémico proyecto de educación sexual integral que se discutía en el Congreso. En concreto, la iniciativa buscaba establecer las bases para que los establecimientos educacionales incluyeran en los niveles de enseñanza parvularia, básica y media, programas que tuvieran educación en afectividad, sexualidad responsable y género, de acuerdo al grado de madurez de los menores, mientras que el gobierno manifestaba que este tipo de educación debía comenzar desde quinto básico.

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Actualmente la educación sexual sólo es obligatoria desde primero medio y tiene un enfoque biológico, la reforma lo que buscaba es la enseñanza de educación sexual dependiendo de la etapa del y la menor, por ejemplo, en el caso de prekínder hasta cuarto básico, el enfoque gira en torno a la prevención del abuso sexual infantil, la afectividad, el auto-cuidado y auto-conocimiento.

La educación sexual es extremadamente importante y debería ser una asignatura obligatoria en las escuelas. ¿Por qué? Bueno, la escuela educa toda la vida. Vida en sociedad, vida laboral, vida como ciudadano. Por lo tanto, la dimensión sexual de esta formación no debe ser excluida. Es una parte inherente e inseparable del ser humano.

La educación infantil es un modo de hacer explícito que la sexualidad acompaña al ser humano desde su nacimiento hasta su muerte y que, por tanto, niños y niñas son seres sexuados. Esto significa que es preciso orientarles en el desarrollo de su sexualidad, no sólo para su futuro, sino para que la vivan satisfactoriamente en su propio presente.

La sexualidad infantil existe, aunque en diversos contextos y momentos históricos se haya dicho que no. Se desarrolla y expresa fundamentalmente a través de la curiosidad (observación, manipulación, autodescubrimientos, curiosidad o preguntas) y el juego (exploración, imitación e identificación). El sentido y los significados que niñas y niños dan a sus descubrimientos y juegos sexuales poco tienen que ver con los dados por las personas adultas. Sus actividades sexuales se basan en motivos diferentes. Por ello, es importante no interpretar las expresiones de su sexualidad desde nuestra óptica y nuestra experiencia de personas adultas y atribuirles significados que no tienen.

Son múltiples y de gran trascendencia las cuestiones referidas a la sexualidad que están presentes desde el nacimiento y en la primera infancia. Éstas son algunas de ellas:

- El descubrimiento del propio cuerpo y la experimentación de sensaciones a través de la autoexploración y de los contactos (caricias, besos, abrazos) con otros cuerpos.

- Las relaciones y los vínculos afectivos con las figuras de apego y los sentimientos hacia ellas.

- La conciencia del propio sexo y de la existencia del otro y de las diferencias entre ambos.

- Las primeras nociones sobre los estereotipos y características asociadas a lo femenino y a lo masculino.

- La curiosidad por el cuerpo adulto (masculino y femenino) y por el de otros niños y niñas.

- El interés por el propio origen, la reproducción y las relaciones sexuales y amorosas entre personas adultas.

Si se acepta que la sexualidad es algo que somos y que nos constituye como seres humanos, entonces es fácil aceptar que la educación sexual es fundamental y básica para el desarrollo de una niña o un niño.

Cualquier persona adulta que se relacione con una niña o un niño está educando la afectividad y la sexualidad, quiera o no quiera. Se hace educación sexual con las palabras que se dicen y que no se dicen, con los gestos, abrazos, caricias o muestras de afecto que se dan y que no se dan; y todo ello son elementos que siempre están presentes en las relaciones que establecemos con las criaturas desde que nacen.

Los niños son como esponjas, atienden a todo lo que ven y oyen, perciben los sentimientos y pensamientos más allá de las palabras. Por ejemplo, un niño sentirá el beso de una profesora o sus palabras de aprecio, pero sobre todo las ganas o desganas con que ese beso ha sido dado o esas palabras han sido dichas. Los niños y las niñas, por tanto, siempre aprenden hechos, actitudes y conductas sexuales de las personas adultas que les educan, tengan éstas o no conciencia de ello; incluso cuando lo que predomina es el silencio o el hermetismo, ya que no hablar de estas cuestiones es ya un modo de comunicar mensajes.

No hay que olvidar que la gran mayoría de los aprendizajes infantiles se dan por imitación y esto es válido también para el aprendizaje sobre cómo son y deben ser las relaciones. Los modelos que ven, perciben e intuyen tienen, por tanto, mucha trascendencia. Tomar conciencia de estos hechos es el primer paso para empezar a hacer positivo este aprendizaje y ayudar a que los mensajes insanos, represivos o negativos no formen parte del pensamiento infantil.

Familia o Escuela… ¿Quién debe y puede hacer educación sexual?

Aunque todas las personas adultas que se relacionan con niños y niñas hacen, de un modo u otro, educación sexual, es común la reflexión sobre qué personas son las que están realmente autorizadas para hacerlo; y también cuáles son la preparación y los conocimientos necesarios.

Tradicionalmente se ha creído que la familia es el único lugar realmente autorizado para hacer educación sexual. Se ha afirmado además que no todas las familias están preparadas para ello, ya que aquellas que se desvían de la norma imperante pueden dañar la sensibilidad y el desarrollo del niño o de la niña. Sin embargo, hoy en día, el concepto de familia ha variado mucho confluyendo en él muchos tipos de convivencia: familias sólo con padre o sólo con madre, familias que tienen a sus abuelos compartiendo la casa, familias constituidas por parejas homosexuales y otras por parejas heterosexuales, etc. En todas estas se puede hacer educación sexual de calidad, porque en todas se puede crear vínculos afectivos sólidos y sanos que ayuden a los niños a crecer con seguridad y confianza. Asimismo, la información y la educación sexual han pasado de ser una tarea considerada propia del ámbito privado de la familia y del entorno más íntimo, a formar parte también de la vida social, cultural, política y educativa. De tal modo que, hoy en día, se acepta y se considera necesario que la escuela también juegue un papel importante en esta tarea.

De hecho, si consideramos que cada niña y cada niño es un ser sexuado, entenderemos que no se puede quitar la sexualidad al entrar en la escuela y situar al volver a casa, o viceversa. Entenderemos que la sexualidad les acompaña allí donde estén y por ello, tanto el profesorado como las familias, así como todas aquellas personas adultas que establecen vínculos de algún tipo con niños y niñas, son referentes de gran importancia para su desarrollo sexual y afectivo.

Aunque en la actualidad exista un consenso entre sociedad, familia y escuela de la importancia de la educación sexual, se sigue cometiendo un error, y es que educar en sexualidad no es solo hablar de reproducción y genitalidad, se deja de lado educar en habilidades, actitudes y valores, que son las destrezas que les ayudarán a no situarse en riesgo y disfrutar la sexualidad libre de peligros de coerción y violencia.