Formación, educación y capacitación: armas estratégicas que cambian a un país y al mundo entero

10 Agosto 2020

“La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo” (Nelson Mandela, primer presidente de raza negra elegido democráticamente en una nación racista como Sudáfrica).

Franco Lotito C. >
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Cuando Lawrence Summers fue designado rector de la Universidad de Harvard, considerada la mejor universidad del mundo y que ha entregado a la Humanidad un total de 161 Premios Nobel en todas las categorías, en su discurso inaugural señaló que en “este nuevo siglo, nada importará más que la educación de los futuros líderes”, en tanto que la declaración de valores de Harvard señala que la Universidad “aspira a preparar a las personas para la vida, el trabajo y el liderazgo”. No cabe duda alguna, que esto último ha sido cumplido a cabalidad, si se considera que 8 presidentes de Estados Unidos han estudiado en esta universidad, en tanto que otros 30 ex estudiantes de Harvard se han convertido en Jefes de Estado de países extranjeros.

Hoy en día, la formación, educación y capacitación laboral –dirigidas y orquestadas por un líder visionario, que actúa bajo principios éticos y que muestra Inteligencia Emocional–, deben ser enfocadas como un factor clave y estratégico, que se convierte, invariablemente, en la mejor inversión en materia gris que una empresa –una región y un país– pueden proyectar en el largo plazo, con resultados muy reales y concretos, a saber: (a) mejoramiento de las competencias individuales, (b) presencia de un mejor clima laboral, (c) aumento en la productividad, (d) comunicaciones eficientes y fluidas, (e) mayor grado de satisfacción del personal, (f) el ejercicio de un liderazgo efectivo y carismático, (g) una mejorada administración y resolución de conflictos, etc.

Son muchos los expertos –Michael Porter, Alvin Toffler, Gary Becker, Arthur Langer, Daniel Goleman– que destacan a la adecuada gestión del talento humano como una de las principales variables que afecta la creatividad, el desarrollo sostenido y la competitividad de las naciones. Para los países desarrollados, la educación y la capacitación se han convertido en procesos cada vez más relevantes, ya que influyen fuertemente en el crecimiento y desarrollo sostenido de su gente, en su afán, deseo y esperanza de tener una mejor vida, tanto para ellos, como también para sus hijos.

Por éstas –y otras muchas otras razones–, es preciso concretar, de una vez por todas, un gran acuerdo nacional que exija la implementación de políticas de Estado –y no sólo del gobierno que esté de turno– orientadas a mejorar ostensiblemente la calidad de la educación de la población, así como también la formación y capacitación de los trabajadores, enfocando dicha acción por medio de un prisma que haga visible aspectos que, habitualmente, pasan inadvertidos ante nuestros ojos, tales como: (a) la forma en cómo esa mejoría afecta la calidad de vida de la gente, (b) en cómo influye en el desarrollo de la comunidad donde está inserto el sujeto que se capacita y que se educa, (c) en cómo el conjunto de estos factores incide en el crecimiento y bienestar de toda la población de un país, y no sólo de una élite privilegiada.

Todo lo anterior, por medio de un capital invaluable, como lo es el capital intelectual de una nación, tal como lo han demostrado –de manera extraordinaria– países como Singapur, Finlandia, Suecia, Noruega, Austria, etcétera.

Urge potenciar las habilidades y talentos de los trabajadores, con el fin de: (a) generar más conocimiento y experiencia, al mismo tiempo que permita (b) producir productos y servicios que sean de calidad probada, (c) mostrar una conducta que sea ética y que apunte a (d) un trato respetuoso de las personas, todo lo cual, conduce finalmente, a que una organización pueda convertirse en una empresa rentable y sostenible en el tiempo.

En este sentido, el "liderazgo humanista" –estilo europeo–, parte de un principio muy básico: la empresa es una comunidad de personas, que gira en torno a personas y que está constituida por personas. Por lo tanto, el rasgo que distingue al líder humanista, es que éste se concentra en gestionar el talento de los demás y que hace su trabajo de manera ‘extra’-ordinaria, es decir, en su labor se sale de lo habitual, enseñando e instruyendo, convirtiéndose, así, en un pedagogo que educa y forma a su gente.

Alvin Toffler, quien fuera uno de los futurólogos más reconocidos a nivel mundial, aseguraba que aquellas empresas “más inteligentes” eran las primeras en replantearse el papel que juega la transmisión del conocimiento en el diseño del trabajo. En el último de sus libros, “La Revolución de la riqueza” afirma, que mientras mayor sea el número de personas que utilice el conocimiento, mayores probabilidades habrá de que alguien genere con él, aún más conocimiento que beneficie al propio país.

Estas organizaciones inteligentes funcionan bajo un supuesto muy simple, a saber: que la presencia de un buen clima, la productividad de la gente, así como los beneficios de las empresas mismas, se dispararán fuertemente, si en un trabajo que está carente de contenido mental, se procura reducir esta carencia a un mínimo, de manera tal, de dar sentido al trabajo y aprovechar en su máxima expresión los conocimientos, así como el potencial intelectual y creativo que traen consigo las personas.