Opinión: La Patagonia debe protegerse

23 Septiembre 2016

Patagonia por sobre todas las cosas evoca ensoñación, aventura, territorios libres, ríos caudalosos, lagos que más parecen mares interiores, glaciares enormes, extensiones de hielo que denominamos campos de hielo.

Andrés Gillmore >
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Recuerdo perfectamente cuando Daniel Fernández vice Pdte Ejecutivo de HidroAysén, en un encuentro en Coyhaique organizado por la multigremial en el año 2012, decir sin conocimiento alguno de la idiosincrasia regional, “que Aysén no merecía ser el patio trasero de Chile” y “se merecía el mismo desarrollo de Santiago”. Esas dos frases fueron el principio del fin de HidroAysén en Aysén, porque más que un halago hacia la intención de la transnacional, fueron un insulto; porque nadie en Aysén quiere el mismo desarrollo de Santiago y esta más que claro, que no es el patio trasero de Chile.

Recuerdo haber asistido ese mismo año invitado por mi condición de secretario y vocero en ese entonces de la Corporación Costa Carrera, a un seminario sobre HidroAysén en la Logia Masónica de Santiago. El único orador era Daniel Fernández. Quien sin ningún empacho no dudo en decir con la ayuda de un grandioso power point, ante lo que se supone es la élite intelectual de Chile, que el proyecto HidroAysén usaba tecnología de primer orden, que respetaba el medio ambiente y que él personalmente se comprometía a no invadir el Parque Nacional Torres del Paine. Nadie de esa audiencia tan calificada se atrevió a decir absolutamente nada de esos dichos tan mentirosos,  ya que la cuenca del Baker donde estaría emplazado el proyecto en la región de Aysén, esta a un par de miles de kilómetros del Parque Nacional Torres del Paine y en otra región y que represar ríos con muros de contención y embalses no es precisamente ecológico, demostrado hace años, que es una forma desechada por los países desarrollados de la OCDE, al comprender que esa forma de producir energía, destruía los ríos y los bordes costeros al sedimentarlos.

He recordado este episodio con la idea de dejar constancia que la ignorancia de la pseudo intelectualidad profesional chilena de lo que representa Patagonia es abismante y es indudable, que nos ha estado pasando la cuenta en la forma en cómo pretendemos desarrollar este territorio vital para el desarrollo de Chile.

Patagonia por sobre todas las cosas evoca ensoñación, aventura, territorios libres, ríos caudalosos, lagos que más parecen mares interiores, glaciares enormes, extensiones de hielo que denominamos campos de hielo, bosques, pampas, montañas, libertad, contacto con la naturaleza, calidad escénica, ambiental, cultural e historica, muy diferente al resto del país. Es lo que se reconoce en el mundo global como una marca registrada y reconocida a nivel planetario, con denominación de origen y compartida con Argentina.

Pero Patagonia es mucho más que todo lo arriba descrito, su esencia vital es la vida en comunidad, su historia, su cultura, forma de hacer, su sociabilidad, su medioambiente, sus emprendimientos ganaderos, agrícolas, frutícolas, mineros y desde los años noventa la salmonicultura y el turismo de intereses especiales. Pero de esto poco se sabe. Bajo estos términos; el territorio patagón tiene un significado y un reconocimiento mucho más global que interno. Los países desarrollados con una terrible dualidad; por un lado entienden que es un concepto poderoso que evoca desarrollo sustentable, que va mucho más allá que ser un lugar bonito para visitar en vacaciones de verano. Pero al mismo tiempo, sus empresas transnacionales (Italianas, Suizas, Canadienses, USA, etc) relacionadas con la minería, energía y la salmonicultura, no dudan en intervenir el territorio, desrespetando lo que representa y lo que ellos mismos deben respetar en sus domicilios.

Patagonia es más que nada un concepto de vida, una forma de hacer, de relacionarse y de pensar que debemos proteger, hacerlo valer para nosotros y para las generaciones futuras de chilenos. Más que el patio trasero de Chile, como malamente identificó Daniel Fernández a Aysén; patagonia es el más preciado y magnífico territorio que un país pueda tener como ante jardín.

Pocos saben que la patagonia chilena comienza en el límite sur de la provincia de Llanquihue y termina en la región de Magallanes. Son 3 regiones involucradas, Los Lagos, Aysén y Magallanes. Son 24 comunas, 25,8 millones de hectáreas, 74 mil kilómetros de borde costero, que representan un poco más de la tercera parte de todo el territorio continental Chileno. Sus recursos naturales, flora y fauna, la belleza de sus paisajes, lo especial de su cultura, sustentan y proyectan el futuro de sus comunidades.

Lamentablemente desde comienzos del siglo XX en años en que las transnacionales se reconocían como Sociedades Explotadoras, estas empresa extranjeras se han estado introduciendo en el territorio, para lucrar con las riquezas naturales, ante una jurisprudencia que siempre ha sido deficitaria, permitiéndoles realizar lo que no pueden hacer en sus países de origen, en actividades como salmonicultura, que ha destruido los fiordos de Aysén, gran parte del mar del archipiélago de Chiloé y hace poco invadieron las aguas territoriales de Magallanes y a poco andar, están contaminando las aguas del Parque Nacional O'higgins . La minería tiene un pésimo manejo ambiental en Magallanes y en Aysén, contaminando vastas zonas del territorio, poniendo en riesgo la vida de las comunidades y destruyendo la flora y fauna del lugar. El turismo que es la piedra fundamental de desarrollo del territorio patagónico, tampoco ha tenido la capacidad de velar por un desarrollo sustentable en las tres regiones, poniendo en peligro Parques y Reservas Nacionales, a pesar de los grandes esfuerzos que siempre están realizando entidades privadas y las comunidades, que no han dudado en entrar en batalla por sus derechos y defender lo propio.

En Isla Riesco, en tierra del Fuego, en Magallanes, la comunidad lucha enconadamente por no permitir la explotación del carbón de Mina Invierno. Las comunidades de Aysén entraron en batalla, para no permitir proyectos como Alumisa, HidroAysén y Central Río Cuervo, que en caso de concretarse destruirán sus ríos y lagos.

Las comunidades Chilotas han tenido que vivir el escarnio del mal manejo ambiental de la industria salmonera desde hace más de veinte años, que literalmente ha destruido su entorno marítimo, ante gobiernos que no han reconocido el derecho natural de las comunidades del archipiélago y del norte de Aysén, del valor intrínseco de lo que significa la cultura marítima de la pesca artesanal patagónica para el Chile continental y el norte de Aysén.

Ante esta dura realidad desde lo que denominamos la Patagonia total, debemos tener la capacidad de crear las condiciones que sean necesarias, para que los gobiernos entiendan la importancia de velar por su sustentabilidad para proteger el territorio, ante la sobre explotación de actividades que comúnmente están mal evaluadas productivamente y usadas por un mundo de los servicios turísticos, que no tiene la capacidad de ver más allá, que se dejan llevar por el inmediatismo de la rentabilidad temporal sin ver la proyección de futuro si hacemos sustentabilidad.

La única manera de realizar un trabajo serio y profesional; es que tengamos la capacidad de desarrollar un Plan de Desarrollo Patagónico, que calcule la capacidad de carga de las actividades productivas y de servicios que se prestan en el territorio; desarrollandose el Estatuto Patagónico, que dicte normas, reglamentos y protocolos de trabajo para privados, gobiernos centrales, regionales y empresas de todo tipo, interesados en producir en el territorio y proteger la proyección de futuro de las comunidades, bajo planteamientos que nazcan desde la misma patagonia y estén en armonía con el medio y lo que representa, resguardando las ventajas comparativas intrínsecas de la diversidad natural del territorio como un todo.  

Existen en la actualidad una importante cantidad de proyectos de parte de las transnacionales extranjeras esperando entrar al territorio ante las nuevas condiciones de conectividad terrestre, en el área minera, salmonicultura y turismo, que pretenden producir sin entregar las garantías suficientes a los habitantes, que no se esta alterando el valor ambiental, social, histórico y cultural de Patagonia y que no se destruirá la denominación de origen y el sello verde tan característico del territorio, que en pocos años sustentados por los malos manejos, podrían desvirtuar las ventajas comparativas y lo que es peor, destruirlo para siempre.

No existe en la actualidad un protocolo de certificación de formatos de producción y servicios turísticos de índole propia, que este a la altura del desafío de sustentabilidad que se requiere en estos tiempos para proyectar la intención. Que permita tomar decisiones de protección ambiental, social, cultural y productivo, que verdaderamente sean efectivas y certeras ante lo que significa la nueva conectividad con el continente. Creándose un vacío imperdonable en la legislación, dificultando la calificación ambiental, social y económica en las diferentes gobernaciones y municipios, por la falta de una adecuada planificación territorial.

Como ejemplo de esta triste y dolorosa realidad y lo devastadora que puede ser la legislación vigente, nos encontramos con la aprobación de la ley de Pesca y la de Glaciares, que no es más que un atentado a la integridad territorialidad de Patagonia, apoyado por parlamentarios patagones, que seducidos por el financiamiento de estas empresas transnacionales, hacen caso omiso de lo que significa lo que están aprobando y no dudan en ir en contra de lo que juran proteger.

A pesar de todo y de todos, el 60 % del territorio patagónico continúa siendo un sistema natural único y poco contaminado si lo comparamos con el resto del territorio nacional, que aun continúa siendo de importancia estratégica para el país, ante lo que representan sus ventajas comparativas, engrandeciendo su valor, haciendo que sea urgente su defensa y cambiar definitivamente la ignorancia histórica de los gobiernos de Chile; desde Germán Riesco a Michelle Bachelet NM, de lo que realmente significa el territorio patagónico y su sustentabilidad.

Con la llegada de la globalización a la hora de implantar políticas públicas, que comúnmente son poco acertadas en su base de sustentación y la imperiosa necesidad de posibilitar su preservación y garantizar su proyección de futuro, es urgente crear las condiciones que el vació jurisdiccional hace soportar a patagonia, haciendo que este a merced de actividades económicas, industriales y de servicios, que no cuentan con una fiscalización profesional. Incluso el mismo turismo de intereses especiales, actividad social por sobre todas las cosas, que fundamenta gran parte del desarrollo social y es la buena nueva para las comunidades patagónicas, carece de un fundamento propio en la forma de proyectarse.