"El orden económico actual está invertido, confunde fin y medio para medir el éxito"

01 Diciembre 2016

El profesor de economía, bailarín e impulsor del modelo de Economía del Bien Común, Christian Felber, explicó los desafíos de este modelo de cooperación económica frente al individualismo.

María José Hess >
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Se para de cabeza frente a una sala repleta de gente para explicar que el orden económico actual está invertido. El público lo aplaude, alabando su agilidad pero especialmente sus ideas. 

Invitado especial al primer encuentro de Economía al Servicio de las Personas, -organizado en la Región de Los Lagos por el municipio de Puerto Montt, la comunidad de emprendedores Cowo y la organización de Economía para el Bien Común en Chile-, el profesor de economía y bailarín austriaco comienza su charla describiendo la crisis sistémica que han dejado los ismos, el capitalismo y el comunismo. En este contexto, Felber plantea la economía del bien común como una alternativa, un modelo abierto que debe ser construido por y para los ciudadanos. Se trata de “una economía de mercado pero ética, una que tenga claro los valores, objetivos y medios de la actividad económica”. 

Hoy, dice, “el dinero es visto como el fin cuando debiera ser el medio. Si el bien común es el objetivo de la economía, se debiera medir el éxito según el alcance del objetivo y no a través de acumulación de medios”. Esto significaría, a nivel macroeconómico dejar de medir PIB y medir el bien común, es decir, cuánto se logra de bienestar para las personas de una comunidad.   

¿Cuál fue el detonante, en tu vida, para querer cambiar el modelo económico actual? 

No hubo un detonante, hubo una evolución continua que empieza cuando empecé a tomar conciencia de la conexión universal, a los siete u ocho años, una conexión con la tierra, con la pachamama, con la naturaleza. De ahí experimenté estos valores que son la base nutritiva de la economía del bien común. Son igualmente los valores de Aristóteles, de muchas religiones, de muchas constituciones y de muchos corazones. 

Todos estamos unidos en algo y una parte de esa unión son los valores fundamentales. Luego analicé en lo profundo el actual sistema y reconocí el núcleo del problema: primero esa inversión de fin y medio, que es muy sencilla pero lo explica todo, luego, alrededor del fin se agrupa todo el abanico de valores. El bien común es la estrella central alrededor de la cual se agrupa la dignidad, la solidaridad, la justicia, la sustentabilidad; mientras que alrededor del capitalismo se agrupa la eficiencia, el beneficio, el crecimiento, el éxito, la competencia, la avidez. 

¿Qué pasó a esa edad? 

Por una parte, iba a pescar al lago y estaba solo en la máxima unión con la naturaleza, con los peces del lago. Por otra parte, observaba una discrepancia entre lo que yo experimentaba por dentro y el trato humano entre nosotros, en el exterior. Eso se volvió un tema en mi vida, cómo trabajar esa discrepancia entre la vida real y los valores y fines. 

Planteas que somos las personas quienes organizadamente debemos elegir los parámetros del bien común. ¿Cuál es el rol que deben cumplir las organizaciones de la sociedad civil en esto? 

Reconocer su interés común en democracia participativa y soberana. Gracias a ella pueden implementar sus deseos más apoyados y legítimos. Sin estas herramientas  no van a conseguir nunca la implementación de sus propuestas legítimas. 

Con algunos ejemplos como la salida de Inglaterra de la comunidad europea (denominado Brexit) o el triunfo del discurso de Donald Trump en Estados Unidos, pareciera ser que el individualismo está volviendo a tomar protagonismo sobre la cooperación. ¿Cómo se hace esa invitación a la cooperación en un mundo más individualista y proteccionista del nacionalismo? 

El individualismo dificulta la acción solidaria cooperativa, sin duda, pero también causa un sufrimiento de las personas. He viajado a Inglaterra y Estados Unidos y he visto, especialmente en Inglaterra, la conciencia del daño que está causando el individualismo. La gente empieza a darse cuenta, empieza a buscar solución y empieza a reconocer y redescubrir el valor de la cooperación y la solidaridad. Por mucho que se exagere y dispare el individualismo, tanto más va a resucitar el sueño de la solidaridad y la cooperación. Podemos dañar bastante a las sociedades pero al final el ser humano seguirá siendo ser humano y es eminentemente un ser social. 

Para los próximos quince años las Naciones Unidas han definido una agenda de 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible. ¿Cómo dialogan con la Economía del Bien Común y cuál es tu visión al respecto? 

No estoy de acuerdo al cien por ciento pero es importante que esos objetivos ganen protagonismo sobre el PIB. A pesar de tener ciertas deficiencias por ser un proceso impuesto desde arriba, apoyamos esto pero proponemos que todavía mejor opción es partir a definir objetivos desde las personas. 

A lo largo del continente americano los países están marcados por la desigualdad: en Chile el 10% más rico obtiene 27 veces los ingresos del 10% más pobre; en Colombia es 38 veces; en Honduras, 42; en Haití, 88. La Economía del Bien Común propone límite a la desigualdad de ingresos, un salario máximo, una medida polémica para algunos... 

Para el mundo capitalista es lo más polémico pero para la gente es lo más fácil, los únicos que tienen un problema son algunos que concentra el poder. La propuesta concreta es límite a la propiedad, a la herencia, al tamaño de la empresa. En la implementación yo propongo la no violencia, atomizar las grandes fortunas sin expropiar a nadie, sólo limitar la apropiación. Para eso, hace falta una generación y para entonces ya no se podrían crear estas grandes fortunas y habría menos desigualdad. 

La economía del bien común no se trata sólo de teoría. El modelo además impulsa un banco que no se rija por el mercado financiero actual. Así, en Austria ya ha comenzado la Banca Democrática, con créditos de interés reducido y depósitos garantizados. 

Además, hoy ya hay más de 2.000 empresas que, adhiriendo al modelo, han hecho su balance del bien común en el cual se mide el impacto y aporte en dignidad humana, solidaridad, sostenibilidad ecológica, justicia social, transparencia; y criterios negativos como compras hostiles, evasión de impuesto, impacto medioambiental, entre otros indicadores. No sólo empresas europeas sino también a lo largo de América. En Chile, cuatro empresas han hecho su balance de bien común, entre las que se encuentran Proqualitas y Coenergía.  

Para conocer más acerca de Christian Felber, comparto el siguiente video

Para conocer más sobre la Economía del Bien Común (sitio en Chile): www.economiadelbiencomun.cl