Rompan todo: un archivo parcial de una historia necesaria [Parte 2]

05 Febrero 2021

Con ustedes, la segunda parte del análisis del documental-serie de Netflix, Rompan Todo.

Álvaro Retamales >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

En la primera parte de este análisis hablábamos de cómo comienza la historia del rock en América Latina, en los años 50 y en México. El proceso social y musical que Estados Unidos llevaba hace años con el blues y el jazz desembocaba en el rock and roll y Latinoamérica no está inmune a la fiebre del rock

Leer también: Rompan todo: un archivo parcial de una historia necesaria [Parte 1]

Ya en los 80s, la cosa se pone buena, mejor aún: las influencias del punk, postpunk y la new wave aterrizan en América Latina, según Santaolalla gracias a él (tengo la duda). Lo importante es que la vieja guardia del rock clásico latinoamericano comienza a ver que debe abrirse a nuevas sonoridades. Es así como el Charly de Sui Generis se abre a Seru Giran, a la vez que nacen Los Prisioneros, Soda Stereo, Sumo y Electrodomésticos, solo por señalar algunos. Sin duda alguna esta es la década del rock latino. Sin embargo, nuevamente aparecen baches, más que nada en cómo se cuenta la historia, a lo que uno no encuentra otra explicación que la necesidad de reconocimiento o figuración del gran productor Santaolalla: La mención a Sumo, si bien es certera, es escasa y no representa el real batatazo que significó Luca Prodan al rock argentino y latino en general. En su defecto dedica minutos a GIT o Miguel Mateos, muy buenos músicos pero mucho más cercanos al pop comercial.

La misma percepción con Virus y los hermanos Moura. Pero hay cosas que resultan tan hermosas como otras horrorosas. Se muestran dos botones chilenos: es notable que se devele en el documental la terrible censura que sufrían Los Prisioneros en Chile de la dictadura, invitando en cambio a los niños bonitos de Soda Stereo a cada chiche televisivo que existiera. Nada personal con Ceratti y compañía (al contrario), pero las cosas como son. Lo realmente indignante es que ni siquiera se mencionara “Las alturas de Machu Pichu” de Los Jaivas, una obra monumental, rockera, americanista, que recoge lo mejor de América latina y nada tiene que envidiar, por ejemplo, a Pompeya de Pink Floyd.Tanto es así, que Los Jaivas son la primer banda de rock del mundo en tocar en la Antártica. Pero tampoco aparece el dato. Lamentablemente comienza a dar la impresión de que, como no lo produjo Santaolalla, no existe.

Igualmente el documental logra con creces adentrarnos en una atmósfera de las más hermosas que nos entrega el rock, y uno al ver todas esa creación audiovisual provista de testimonios actuales y registros de archivos realmente piezas histórica, simplemente uno vibra con lo que está viendo.

La década de los noventa es la cúspide de la industria, el momento donde la industria argentina se instala en el gran mercado mexicano y junto al resto de latinoamérica consolidan un género musical y una industria creativa que nada tiene que envidiarle a las industrias inglesas, españolas o gringas. Discos, giras recitales, luces, televisión, fama y sobre exposición, todo esto ya venía germinando en los ochentas, pero en los noventa es donde disfruta su mayor éxito. Quizás el momento más simbólico de todo esto es el nacimiento de MTV Latino, y que su primera transmisión sea el video clip Sudamerican rockers de Los Prisioneros, un momento histórico del rock, donde una vez más Chile está muy presente.

Acá es donde el mérito de Santaolalla descolla, su mano en todo el desarrollo de la industria es innegable. El tipo aprendió haciendo, se fue a EEUU a seguir aprendiendo, volvió y les enseñó a los mexicanos. Nadie podría poner en duda el valor monumental que tiene la figura de santaolalla como productor musical, el problema surge cuando el modo en que se cuenta la historia evidencia tal nivel de parcialidad. Como cuando dicen que la historia la cuentan los vencedores, algo similar. Maldita Vecindad, Café Tacuba, Aterciopelados, Soda Stereo, Los Tr3s, La Ley, Los Cafres, Los Fabulosos Cadillacs y un tremendamente largo etcétera triunfan en todas las arenas, dentro y fuera de latinoamérica, viviendo la fama y el desenfreno del maldito rock and roll. Todos producidos por santaolalla.

Tras esta catarsis de música latinoamericana comienza el desenlace y los nuevos aportes en la escena: Juanes, Dante Spinetta, Mon Laferte y Residente, como los nuevos referentes de una industria que ha sentido los golpes de la revolución tecnológica, donde ya no se venden millones de discos, e incluso actualmente ni siquiera recitales se hacen producto de la infame pandemia del covid 19.

Un elemento que no podemos dejar pasar es Brasil como el gran ausente. Es un tema delicado y no quisiera hacer aquí una crítica descarnada, pues es comprensible ya que Brasil requiere una miniserie solo para poder dar cuenta de lo gigante que fue la industria del rock en “O país mais grande do mondo”. Brasil es un continente. Igualmente se extraña la mención a ciertas bandas que tuvieron un alcance latinoamericano notable: tal es el caso de paralamas, Cazuza, Ratos do Porao, Sepultura y la influencia de toda la bossanova en el rock latino. Reitero, Santaolalla debiera producir un rompan todo brasil.

En conclusión la serie es buena, necesaria y polémica, lo que la hace altamente recomendable. Invito a todas y todos a verla, entendidos y neófitos van a enganchar con la serie, por la potencia de la historia que cuenta y la calidad de su realización, a la vez que se encontrará con sus propios recuerdos, evocando emociones y experiencias de vida que han estado acompañadas de todas estas buenisimas rolas que iluminan y alimentan nuestro espíritu. Aguante el Rock Latino.