Rompan todo: un archivo parcial de una historia necesaria [Parte 1]

28 Enero 2021

La historia del rock en América Latina, producido y prácticamente protagonizado por Gustavo Santaolalla, por estos días ha sido santificado y demonizado por muchos.

Álvaro Retamales >
authenticated user Corresponsal Corresponsal Ciudadano

Mucho se ha escrito y reaccionado ya, acerca del mentado documental-serie de Netflix, Rompan Todo. La historia del rock en América Latina, producido y prácticamente protagonizado por Gustavo Santaolalla, que por estos días ha sido santificado y demonizado por muchos. Más allá de las críticas fundadas o no, quisiera hacer aquí algunas apreciaciones para compartir con ustedes y así poder continuar el diálogo (y porque no la discusión), situado desde el sur de esta larga y angosta faja de tierra.

La serie parte de un análisis cronológico y geográfico bastante obvio: años 50 en México. El proceso social y musical que Estados Unidos llevaba hace años con el blues y el jazz desembocaba en el rock and roll y Latinoamérica no está inmune a la fiebre del rock. Pero la mirada de orden cronológico y orientación norte sur de la historia imprime de inmediato la noción de que el rock and roll llega a América Latina a través de aquella acontecida frontera norteamericana, donde los valores propios de la modernidad anglo y afro, trascienden al Tío Sam, al igual que en todo el resto del mundo. No estoy tan seguro de que esto sea tan así. Es cosa de pensar en la nueva ola chilena, la que durante la misma década hacía del twist y del rock and roll un fenómeno indudable que explota definitivamente en el mundial de Chile 62. De modo que, aparentemente resulta lógico partir por el México de los 50, pero si somos realmente rigurosos con la historia y la realidad social, parece que no es tan así.

Con todo, resulta atractivo en términos de argumento partir de este modo y la verdad que para quienes no conocemos mucho de rock and roll mexicano, resulta bastante atractivo y educativo. Hace sentido pensar más allá de “la bamba”, por ejemplo. 

Instalado ya en la década de los 60s, el fenómeno musical comienza a perder su apellido y se va instalando paulatinamente en lo que hoy por hoy conocemos como rock clásico. Más específicamente el gran rock latino. Resulta notable el vínculo de Monterrey y Tijuana con el blues, se agradece la mención de los saicos y los jaivas, piezas fundamentales del rock latino, insisto, piezas fundamentales, pero que sin embargo fueron tan solo mencionadas como una suerte de anécdota que no resulta lo relevante que pudiera llegar a ser el rock argentino de los 70. Así comienzan los baches del documental, vislumbrando crecientes descuidos de los realizadores con los méritos de algunos exponentes imprescindibles del amado rock. En primer lugar, una deuda inmensa con las bandas anteriormente señaladas, con Chile y con Perú: el punk lo hicieron los saicos antes que existiera como tal en las bandas anglófonas y eso es así, nadie en su sano juicio podría negar la estructura primitiva de letras directas y acordes rústicos que posteriormente Ramones y Sex Pistols masificaron. El documental no pone a los peruanos en el sitial que tienen y no reconoce el real aporte que Los Jaivas significan para el rock y el  movimiento hippie de latinoamérica, integrando ritmos propios de nuestra américa morena, imprimiendo una mística que supera por lejos al grupo Arcoiris del vapuleado maestro Santaolalla.

Es verdad, los menciona y no se puede dedicar tiempo a todos, pero aquí estamos hablando de piezas fundamentales del rock latino y eso no se percibe así en el documental.

Ya inmersos en la década de los setenta, surge el inevitable argentinocentrismo de todo hermano trasandino. Es verdad que el rock argentino sustenta, de aquí en adelante, gran parte de los grandes próceres del rock latino, sin embargo hay cuestiones que resultan francamente incomprensibles. En primer lugar, resulta impresentable que el documental dedique tan, pero tan poco espacio a un músico cardinal en el desarrollo de todo el rock argentino y latinoamenricoano, me refiero al más grande: Luis Alberto Spinetta. Concretamente no se puede concebir el rock latino sin la presencia del flaco, básicamente porque es él quien inspira (o a veces todo lo contrario) a músicos tan cruciales como Gustavo Ceratti, Ricardo Mollo, Pedro Aznar o incluso al mismísimo Charly García. Tanto es así, que ni siquiera se menciona el disco más fundamental del rock argentino, me refiero a Artaud de Pescado Rabioso, disco lanzado en 1973 que hasta el día de hoy dicta cátedra a quien sea que lo escuche. Es francamente incomprensible. 

Un aspecto realmente notable, y que cruza toda la miniserie, es la constante relación que se establece entre la historia social de América Latina y el desarrollo del rock, particularmente en lo que dice relación con las dictaduras y el impacto del pensamiento de izquierda en los músicos latinoamericanos. Quizás qué habría sido de Victor Jara como músico, sino hubiera sido infamemente mutilado por las bestias militares. Bueno, este documental, con gran olfato, incluye “El derecho de vivir en paz” interpretada por Victor Jara junto con la banda de rock chileno Los Blops.

Continuará...