El Frutillarino: Cantos y experiencias de vida campesina a la orilla de un fogón

03 Febrero 2021

Ervin Azócar nos cuenta la historia tras El Frutillarino y su proyecto de turismo creativo.

Hernán Castro >
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Ervin Azócar nació en Frutillar y vivió ahí hasta los tres años. Luego sus padres se trasladaron a Valdivia, a la localidad de Cufeo, donde no había agua ni luz; el camino era un barrial en invierno, lo que no permitía salir ni en caballo ni en carreta. “En medio de ese paisaje, en plena Selva Valdiviana yo crecí. Era el lugar donde salía a jugar, a cazar camarones, a buscar frutos silvestres, mirando y observando todo” apunta.

Los padres de Ervin siempre estuvieron relacionados con la música y particularmente con la guitarra. En su casa de infancia Ervin recuerda un fogón que estaba muy relacionado con la idea de la ruka y la música: “Si no estaba metido en la cordillera, estaba en el fogón. Esa fue mi primera infancia hasta los siete años, cuando regresé a Frutillar”.

En ese ambiente desarrolló su vínculo con la música. “En la casa siempre había una guitarra. Mi abuela cantaba y de ella aprendí la primera cueca que canté en enseñanza básica de Frutillar. El primer día de clases me pararon arriba de una silla, porque era muy chico, y ahí canté la cueca que me había enseñado mi abuela”.

¿En qué momento decidiste dedicarte a la música?

Es todo un proceso. Siempre he estado en el tema de la música, es una pasión que tengo desde niño. En la enseñanza básica estuve en folclor y en la enseñanza media fui director del grupo folclórico del liceo. Luego como adulto la mantuve como un hobby. En 1996 formé un grupo folclórico para mostrar mis temas, a la gente le empezó a gustar y fue un éxito.

El 2001 un amigo me invitó al Festival del Cantar Campesino en Osorno. Yo envié la primera cueca que compuse, ‘A la orilla de un fogón’, con mucho susto. ¡Y quedé clasificado! Lo que ya era un sueño. Llegué al festival y me encontré con una parafernalia gigante. Yo solo con mi guitarra y más de cinco mil personas delante del escenario. Fue un choque y le di con todo. Y cuando comenzaron a nombrar a los premiados dijeron que el primer lugar era para ‘A la orilla de un fogón’.

A partir de ahí Ervin siguió participando en festivales y ganó varios más, pero su trabajo no le permitía dedicarle todo el tiempo que requería: “Sólo en los veranos tenía tiempo para salir a cantar con mi grupo o salir a cantar solo”. Hasta que el año 2018 lo invitaron a Melinka donde por primera vez se sintió como artista. A su regreso tomó una embarcación y lo pilló una tormenta muy fuerte. En medio del viento, la lluvia y las olas Ervin gritó: “¡Yo quiero vivir de esto!”.

A la semana siguiente Ervin fue despedido de su trabajo: “Fue terrible, de un día para otro me quedé sin pega. Si no hubiese sucedido eso, nunca me hubiese dedicado a esto en serio. Ahí partió todo.”

Emprender en Turismo Creativo

Ervin fue uno de los 120 participantes de la Escuela de Emprendimiento en Turismo Creativo implementada por Planeas junto al Programa Territorial Integrado Lago Llanquihue Destino Creativo y apoyada por Corfo de la Región de Los Lagos. Además fue uno de los 20 seleccionados que pasó a la etapa de mentorías para seguir desarrollando su propuesta.

¿Cómo fue tu experiencia en la Escuela de Emprendimiento en Turismo Creativo?

Fue una experiencia maravillosa, he podido concretar algo que estaba en mi cabeza hace mucho rato. Me han dado las herramientas necesarias. Además se creó una red de contactos para ir compartiendo cada uno de los emprendimientos.

¿De qué se trata el proyecto que estás desarrollando?

La idea es desarrollar un quincho temático donde tendremos un fogón y recrearemos la vida que se da en ese espacio. Habrá comida típica que será preparada en parte por las mismas personas, para que aprendan a preparar tortillas de rescoldo, milcao y curanto. La idea es que la gente venga a algo más que a comer y escuchar a un cantor. La idea es que vivan una experiencia completa, para que por un día sientan lo que es vivir a la orilla de un fogón.