El sentido de la ley: ¿Reflejo de nuestros miedos o de nuestros principios?

19 Marzo 2008
Las estructuras sociales se ordenan de acuerdos a normas o leyes: ¿Nos ajustamos a ellas con criterios de niños o del adultos?.
Ciro Schmidt Andrade >
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No es común invitar a la reflexión. Ella implica adentrarse en el propio yo y supone silencio y recogimiento, actitudes muchas veces lejanas a nuestro veloz y ruidoso "mundo de hoy", que vive de prisa, en el afán de ganar tiempo, pues todo parece urgente. Así, no dejamos tiempo al hombre que medita y reflexiona, que es capaz de gozo y admiración y que se encuentra consigo mismo, con los otros y con Dios. Y, sin embargo, la vida no se rige por la utilidad de las cosas, sino por el gozo de la actividad gratuita como el juego. Es más que imperioso descubrir, lentamente, el sentido profundo de las cosas y no sólo su aparecer.
Esta búsqueda de significados se aplica a todo nuestro entorno, especialmente a las normas o leyes que rigen el vivir de cada ser humano, en un mundo que pretende ser realmente humano. Y la estructura de lo humana es esencialmente coexistencia, "existencia con...", en solidaridad ante la vida.
La ley, desde este punto de vista, adquiere una doble perspectiva, según el criterio y la madurez del que la vive y la acepta o la soporta. Cuando actuamos por temor al castigo o al "qué dirán" actuamos con la conciencia propia de un niño, que en él se justifica en su propio estadio de desarrollo, pero que en el adulto supone una fundamental inmadurez y nos muestra que tenemos miedo a una real y verdadera libertad.
Uno de los problemas que plantea el hecho moral, y con él toda sujeción a una norma o ley, es el de su sentido, que se relaciona íntimamente con su origen. Se habla de conciencia heterónoma cuando se obedece a normas que provienen del exterior del sujeto, por ejemplo el temor al premio o al castigo, y es característica del niño, como parte de un proceso formativo.
Nos referirnos a conciencia sociónoma cuando las normas de juicio provienen de un exterior pero social (sanción social...) y caracteriza al niño del término de la infancia y a los años de la adolescencia. La conciencia autónoma, por el contrario, es aquella que ha sido capaz de hacer suyos principios conforme a los cuales guiar sus actos, en un hombre que es capaz de sujeción por libre decisión personal y por convencimiento, lo que hace de ella una conciencia propia de un hombre maduro. Así, toda ley adquiere sentido y me realiza como ser libre en la medida en que descubro su íntimo sentido. Lamentablemente la mayor parte de nuestro actuar se basa en criterios de niños: temor, castigo, “que no me pillen”…
El hombre que busca la libertad la encuentra en la sujeción plena en el amor, en donde se da la total sujeción en la total libertad. Amor es libertad, pues es libre aceptación de lazos, libre sujeción a la vida. Por ello somos capaces de sujeción, no por condicionamiento sino por compromiso con la esencia de la vida. El hombre maduro tiene un rostro que mostrar pues tiene algo a lo cual configurarse, algo que le da una forma una estructura. Sus actos no son un caos. Ha encontrado caminos que lo orientan en su libertad, que no es libertinaje sino responsabilidad. Para él la vida tiene direcciones.
Este es el sentido verdadero de normas que promueven el respeto a la vida propia y a la vida de los demás. Desde allí, la obediencia a algunas leyes se manifiesta como imperativo, no sólo en razón de una sanción sino de un compromiso moral que surge desde principios interiores. No se obedece a la ley de tránsito, por ejemplo, por temor al "parte policial” y sólo cuando me ven y me controlan sino siempre, porque tiene su raíz en un profundo sentido de respeto por los otros y en una radical valoración de la vida. No se pagan impuestos por temor sino por sentido profundo de vivir solidario.
"No matarás " es el imperativo eje de las exigencias éticas en relación con la vida humana. El respeto a la vida humana es uno de los núcleos primarios en tomo a los cuales se ha desarrollado la conciencia moral de la humanidad (M. Vidal, Moral de Actitudes). "No matarás" se puede traducir diciendo "respetarás y amarás la vida en ti, y en los otros”, por lo que no es sólo un mandato prohibitivo, sino tiene un aspecto profundamente indicativo y positivo. Es obligación de cada hombre el respeto por la vida en la medida gradual en que sus distintas formas se acercan a la plenitud de vida que es él mismo. Es obligación de cada hombre amar en sí, y profundamente, su propia vida y la de los demás, porque ella tiene un sentido y guarda, aunque sea a modo de semilla, un germen de trascendencia, que lo encamina a un más allá de sí mismo.
La ley adquiere, así, plenitud de sentido y nos hace libres en su sujeción, al ser, al final, manifestación de nuestro íntimo anhelo de vida. Sólo el niño siente que ella, más allá de posibles imperfecciones, lo ata y lo disminuye. Sólo el niño siente la absurda felicidad de burlarla, pues sólo él puede no tener conciencia de lo que significa.
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Comentarios

Imagen de Valeria Argel Mancilla

INTERESANTE SU COMENTARIO,

INTERESANTE SU COMENTARIO, PERO CREO QUE LAS ORGANZIACIONES SOCIALES NO ESTAN TAN ESTRUCTURADA COMO DEBIERA DADO QUE EN EL CASO DE LAS JUNTAS DE VECINOS Y ORGANIZACIONES SOCIALES TIENEN EXACTAMENTE LAS MISMAS REGLAS A LO MAS PUEDEN MODIFICAR ALGUNAS Y ADECUARLAS A LAS PROPIAS NECESIDADES, POR LO TANTO DESDE EL PUNTO DE VISTA QUE SE LE MIRE PUEDE SER QUE SEA VISTA CON CRITERIOS DE NIÑOS Y MANEJARLAS COMO ADULTO, SON VACIOS LEGALES Y POR LO TANTO URGE QUE LOS PARLAMENTARIOS SE PREOCUPEN DE LAS ORGANIZACIONES SOCIALES ESPECIFICAMENTE DE LAS JUNTAS DE VECINOS QUE SON LAS QUE SABEN LAS NECESIDAES REALES DE SU COMUNIDAD