¿Crisis o quiebre en la DC?

08 Enero 2008
Las responsabilidades se pueden atribuir a muchos, pero lo que está claro es que la expulsión de Zaldivar detonó un estado que es necesario cambiar, y no sólo a nivel de partido.
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Vía El Vacanudo, escrito por Rodrigo Monsalve 

El 28 de Julio de 1957 nace en Chile el partido Demócrata Cristiano, y así da comienzo a una vida llena de logros, pero hoy a 50 años de su fundación estamos inmersos en una de las mayores crisis que ha tenido el partido en toda su historia. De la crisis es siempre posible salir, superando las causas que la provocaron. De la ruptura también se sale, pero los costos son superiores y las causas que las provocan tienden a prevalecer y a generar conflictos y desencuentros recurrentes.

Las crisis políticas se generan principalmente por el debilitamiento de las ideologías o por la incapacidad de los líderes para traducir las ideologías en acciones o para inspirar dichas acciones en los valores y principios que dicen profesar, a través de las doctrinas políticas que abrazan. Si analizamos el panorama político de nuestro país, hay mucho de ello: la política de alguna manera se ha privatizado y ha terminado por anteponer los intereses personales sobre los de nuestro propio partido.

Probablemente todos seamos un poco responsables de que se haya llegado a este estado. Un abandono de la militancia activa, de la reflexión comunitaria, de la elaboración de ideas, son sin dudas causa de que no logremos entender siquiera lo que quieren unos y otros.

Hay una deformación de base, que consiste en privilegiar lo individual y no lo común; en anteponer y en imponer las posiciones personales, el bien individual por sobre el diálogo y el bien común.

Perdimos el hábito de hablar desde nuestras convicciones y de respetar las ajenas, un partido doctrinario que nació para encarnar los valores del Evangelio, de la Doctrina Social de la Iglesia en la acción política; que surgió contra las deformaciones del capitalismo y para ponerse al servicio de los más pobres; un partido que por esencia quiere construir una sociedad comunitaria en donde se terminen las desigualdades y las inequidades; donde el centro de la historia es la persona humana, dotada de toda la dignidad que otorga el ser hijos de Dios y hermano de los demás hombres; que debe adecuarse a las exigencias de los tiempos y a los cambios de la sociedad y la cultura, sin perder su inspiración axiológica y antropológica fundamental.

Lo que hoy vive la Democracia Cristiana es una crisis: de ella forma parte la expulsión del partido del Senador Adolfo Zaldívar, las dificultades de consecuencia política y la fuerte secularización del partido especialmente frente a las exigencias de la nueva sociedad.

Existe un camino para superar esta crisis, que es el diálogo y la autocrítica profunda que permita restablecer la convivencia y la fidelidad a los principios y valores que lo inspiran. Pero también tiene que haber una reeducación de los liderazgos, para poder disminuir las desigualdades y vencer la pobreza, de optar por los más necesitados. Y todo ello, en el mundo real en que hoy vivimos. No en el que ya dejamos.