Del 20% al 10% de energía renovables al 2020

20 Septiembre 2012

Chile no inventa, ya ni siquiera reinventa, sólo retrocede y unos cuantos mienten.

Miguel Márquez >
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Con este cambio brutal de objetivos los responsables directos e indirectos de las políticas eléctricas, desconocen promesas y ocultan sus propias ineficiencias. Los tiene  sin cuidado. Total controlan los medios. Y no es la primera ni será la última vez de parte de un gobierno en estas últimas tres décadas. Así se incuba la indignación.

El 1° de los ministros de Energía de este gobierno, Rainieri, y el 4° de esta dinastía, Álvarez, refrendaron explícitamente sendos compromisos respecto de impulsar un 20% de energías renovables en la matriz eléctrica al 2020. No podía ser de otro modo pues en campaña presidencial así lo prometían: “…uno de los objetivos de nuestro Programa de Gobierno es aspirar a que al año 2020 más del 20% de la matriz eléctrica chilena derive de las energías renovables, limpias no convencionales” (Programa de Gobierno para el Cambio el Futuro y la Esperanza, 2010 – 2014, p49).

Mientras los chilenos celebraban fiestas patrias, ese compromiso fue disminuido a un 10%. Golborne, el 3° de 5 ministros de Energía en dos años, ya antes sugería bajar esa meta “y ser realistas” porque “las renovables eran más caras”. Eso no le impedía el 2011 –si de opciones caras se trata- lanzar premonitorias necesidades de suministro eléctrico basadas en la opción nuclear y considerarla como una de las opciones a fomentar en Chile. Días antes de Fukushima por supuesto.

¿Qué es más grave? ¿Que no se cumpla las promesas de campaña? ¿Qué se mienta? ¿Qué se confiesen propias ineficiencia? ¿Que Chile sea más dependiente, más vulnerable y compre la energía (y venda a sus ciudadanos) cada vez más cara?

Es probable que en el campo de la energía, confundido con el tema ambiental, por razones ciertas y objetivas, pero ambiguas, y que desorienta la acción política y programática, no exista en estos años mayor regresión desde el punto de vista de la política pública y de la necesaria mirada de futuro de las políticas de Estado.

Reemplazadas éstas por las imposiciones de rentabilidad de las empresas, eléctricas, gaseras, del petróleo y de las mineras, se impone el corto plazo en desmedro de las verdaderas opciones. Se posterga la investigación y desarrollo en nuevas tecnologías; se desconocen las necesidades de cambiar los modelos de negocios, las reglas de mercado y lo que es peor simplemente se desdeñan las opciones que derivan de políticas energéticas de largo plazo, menos onerosas, más conscientes de la necesidad de cuidar nuestros ecosistemas, mares, cuencas y de la calidad del aire de nuestras ciudades.

Sin pudor alguno se cambian promesas de campaña. La respuesta a las preguntas hechas más arriba es una sola: es grave que no se cumplan las promesas e igual de grave que apuesten por un Chile más dependiente, más vulnerable, menos competitivo y tengamos que pagar tales errores y falta de visión por varias generaciones.