¡A cuidar la biodiversidad de Chile!

25 Enero 2016

"Estamos a tiempo de revertir la situación y no perder la oportunidad de trabajar como corresponde para no destruir la gran diversidad biológica con la que contamos; porque ella sustenta el desarrollo en todos sus niveles".

Andrés Gillmore >
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Cuando ponemos sobre la mesa todas las ventajas comparativas que poseemos en Chile, es indudable que no hemos tenido la capacidad de proyectar el futuro como debería ser y menos tener conciencia de lo que viene si no tenemos la capacidad de adelantarnos a los hechos. Todos estos años hemos administrado el presente sin considerar el futuro y eso se esta notando en el resultado final de la proyección de lo que vendrá. Si hace 10 años hubiésemos tenido la capacidad de haber diversificado la producción como tantas veces se dijo y se expuso, es indudable que otro gallo nos cantaría en la actualidad, sobre todo si tomamos en cuenta nuestras magníficas ventajas comparativas que a todas luces no as estamos aprovechando.

Tenemos una gran diversidad territorial, geográfica y biológica, con acceso directo a la Antártida y todo lo que ello significa; con una potencialidad única en Energías Renovables, (una de las más prósperas del planeta); situados frente al océano Pacífico y al mercado asiático; con recursos naturales que puede que no sean exuberantes, pero bien administrados, perfectamente pueden hacernos un país sustentable, con una calidad de vida más que aceptable; sumados a una población comparativamente poco numerosa es indudable, que ante todos estos beneficios naturales y muchos más largo de explicar, caemos en cuenta con simple lógica y sentido común, que si tuviésemos la capacidad de proyectar con eficiencia el futuro de lo que tenemos, asumiendo la tarea con responsabilidad sin intereses creados, tendríamos una gran oportunidad. Pero si seguimos optando por un modelo económico que solo piensa en crecer y no en desarrollarse y no se toma en cuenta la importancia de la relación social y productiva con el medio ambiente para ser sustentables con armonía y balance, en una década, a lo más en dos, seremos un país sin ninguna proyección de futuro.

Por eso según mi simple lógica, estamos a tiempo de revertir la situación y no perder la oportunidad de trabajar como corresponde para no destruir la gran diversidad biológica con la que contamos; porque ella sustenta el desarrollo en todos sus niveles: genes, especies y ecosistemas, contribuyendo al bienestar humano, ofreciéndonos recursos que propician un entorno seguro, con una perspectiva de futuro de gran valía, que hoy no hemos sabido apreciar como corresponde, por decirlo de una manera diplomática.

Calcular los valores económicos de los ecosistemas y su proyección, es en sí mismo la parte fundamental del desarrollo del “capital natural” que debe evaluarse con seriedad y respetarlos con perspectiva. Los activos naturales como bosques, lagos, cuencas de ríos, glaciares y campos de hielo, son componentes esenciales del capital natural de los ecosistemas de un país, que deben ser preservados, para garantizarnos la estabilidad del ciclo hídrico y la oportunidad de tener una agricultura sana, productiva y con perspectiva de futuro, mitigando el ciclo del carbono (que en Chile es alto y destructivo por una matriz energética sustentada en energía fósil), fertilizando el suelo, mejorando la producción de los cultivos, balanceando los microclimas, asegurando los hábitats naturales y ordenando las reservas pesqueras. Elementos básicos para subsistir y desarrollarnos posteriormente en forma sustentable.

El concepto de una economía verde, ha tenido una valoración extra en los países desarrollados, ante el desencanto natural con la economía de mercado y el cansancio social por el abuso reiterado de estos modelos. Las innumerables crisis y particularmente la financiera del 2008, ha obligado a tener que repensar el formato de desarrollo. Las evidencias que el mercado no se regula por sí solo, ha establecido que el modelo de consumo perse, no puede subsistir a expensas de la producción, sin evaluar los riesgos ambientales y sociales que producen. La exiguo del fundamento ecológico en el modelo actual, producto de la disparidad social y la manipulación histórica que se ha realizado por lograr estos objetivos, se han hecho tan evidentes en el último tiempo, que justifican de una u otra manera, tener la capacidad de iniciar la transición hacia una economía verde.

Durante la última década han surgido diversas crisis; del clima, de la diversidad biológica, del combustible, la alimentaria, del agua, del sistema financiero y del conjunto de la economía occidental como un todo de la que somos parte, por un modelo desgastado y falto de alternativas positivas para mejorar el rumbo hacia objetivos más realistas. La escalada de las emisiones de CO2, la llegada del cambio climático a nuestro diario vivir, con enormes consecuencias, han impactado el precio del combustible de una forma poco convencional, con una baja sustancial del precio del barril de petróleo (el más bajo de la historia), aumentando el precio de los alimentos y materias primas, mostrandonos las debilidades estructurales del modelo con temáticas imposibles de subsanar, si no tenemos la capacidad de relacionarnos mejor con el medio ambiente. Si a eso le sumamos el aumento de la dependencia por el petróleo y de otros combustibles fósiles, el aumento de los precios de la energía; nos sitúa queramos o no, ante un peligro verdaderamente sustancial como país, de caer en la tentación de tomar el atajo, sin asumir lo que verdaderamente debemos hacer, iniciando cueste lo que cueste el proceso de transformación.

Las causas de las crisis son diversas, pero básicamente todas tienen un mismo denominador común: la asignación incorrecta de capitales al proceso de desarrollo. Durante las dos últimas décadas, una gran cantidad de capital se ha estado destinado a desarrollar propiedades, activos financieros, invirtiendose muy poco en energías renovables, eficiencia energética, transporte público de calidad, agricultura sostenible, protección de ecosistemas, cuidado de la diversidad biológica, conservación del suelo y del agua.

La mayoría de las estrategias de crecimiento económico que se han implementado en Chile desde 1989, han promovido la acumulación de capital financiero por una elite, que heredó el capital estructural y productivo de la dictadura, degradándose los recursos naturales y los ecosistemas, enajenando a las transnacionales los procesos de producción y sustentado el extractivismo, realidad que ha afectado negativamente la proyección territorial y el bienestar de la población y su proyección de futuro; entendiendo, que las múltiples crisis son síntomas de un modelo económico decadente y perverso que debe reestructurarse.

En Chile, las políticas y los incentivos siempre han sido excluyentes, con un Estado subsidiario, donde unos pocos tienen el control económico en la toma de decisiones, agravando sustancialmente el problema de la mala asignación del capital a los procesos de desarrollo, sin exigirseles a las transnacionales rendiciones de cuentas sobre sus actuaciones a nivel social y ambiental. Los mercados sin restricciones como el nuestro, no fueron diseñados para resolver problemas sociales, haciéndose urgente mejorar las políticas públicas en este sentido, excluyendo incentivos perversos que hacen que los capiteles ignoren las externalidades sociales y ambientales en sus proyectos de desarrollo minero y energético.

La economía verde propone bienestar y equidad social, reduce los riesgos ambientales y fundamenta los procesos ecológicos, bajando las emisiones de carbono, haciendo uso responsable de los recursos naturales de forma más eficiente, con toda la complementación positiva que significa sustentar políticas sociales incluyentes, aumentando los ingresos, creando empleos productivos para reducir la contaminación y las emisiones de carbono; promoviendo la eficiencia energética y el uso sustentable de los recursos naturales, evitando la pérdida de la diversidad biológica de los ecosistemas.