Chile y la Energía Nuclear: ¿Hasta cuándo contra la corriente?

05 Noviembre 2012

¿Realmente queremos como país embarcarnos en una tecnología de estas características, desacoplada de la tendencia en sistemas de energía, cara, riesgosa y ciertamente no sustentable?

Corresponsal El... >
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Matias Negrete-Pincetic,

 

Ph.D. en Ingeniería Eléctrica,

 

University of Illinois at Urbana-Champaign

 

Investigador, University of California, Berkeley.

 

 

Sumado a una seguidilla de desafortunadas decisiones tomadas por el actual gobierno en temas energéticos: modificar la promesa de tener una meta para energías renovables no convencionales de 20% a 10% al 2020, reducir el presupuesto de la agencia de eficiencia energética, y proponer un plan para el desarrollo eléctrico sin objetivo estratégico concreto, se suma el anuncio de retomar los estudios para implementar la energía nuclear para la generación de electricidad en Chile.

Este anuncio ha sido recibido con aplausos por diversos sectores que siempre han presentado la idea de una planta nuclear en Chile como una de las posibles soluciones a nuestros problemas eléctricos. Llama la atención la simplicidad y falta de humildad con que muchas veces se emiten opiniones en un tema tan complejo como éste, que va mucho más allá de simples mega watts.

Mientras lo anterior sucede en Chile, el mundo esta claramente moviéndose en otra dirección. En el caso particular de la energía nuclear, países como Alemania, Suiza, Bélgica e incluso Japón han entrado en una fase de reducción de su dependencia nuclear. En el caso alemán, por ejemplo, el objetivo impuesto es cerrar todas las plantas el 2022. De igual manera, la planificación y diseño de los sistemas eléctricos y de energía está sufriendo grandes cambios en sus paradigmas: moviéndose  desde la idea de grandes plantas y generadores al nivel de transmisión, a generación distribuida, más cercana a los centros de carga y situada al nivel de la distribución; donde la aplicación de tecnologías de la información permitirán un control en tiempo real, haciendo más eficiente la operación e integración de fuentes renovables y sustentables. La implementación de estas tecnologías en el mundo industrializado ha hecho posible el surgimiento natural de nuevos modelos de negocios, donde por ejemplo, la participación activa de la demanda se incentiva y se promociona.

En Chile, sin embargo, el status-quo continua siendo presentar la construcción de mega-centrales de todo tipo y en particular ahora nucleares, como la gran solución a nuestros problemas energéticos. De paso, seguir con un diseño de mercado enfocado principalmente en la oferta, generando el perverso incentivo de “mientras más vendo, más gano”. El “mejor uso de la energía, ganamos todos” no es algo incentivado en el actual modelo.

Los argumentos de por qué nuestro país no debiese considerar la energía nuclear son múltiples. Sin embargo, una de las razones más simples, pero a la vez profundas, esta basada en lo complicado de cuantificar el riesgo real de falla de un sistema altamente complejo como una planta nuclear, instalado en el país más sísmico del mundo. Muchos pregonan un falso estado de seguridad, usando “estadísticas” y análisis de riesgo disponibles como justificación. Sin embargo, es necesario mencionar, que expertos en el área de análisis de riesgo debaten incluso en la actualidad acerca de la real validez de dichos estudios, y el especial cuidado que hay que tener al interpretarlos.

Análisis de desempeño o riesgo usando modelos probabilísticos son generalmente excelentes herramientas cuando estamos lidiando con incertezas, costos y beneficios relacionados a eventos frecuentes: tráfico en redes, colas en un banco, llegadas y salidas de buses, consumos eléctricos,  etc. Sin embargo, en el terreno de eventos con bajísima tasa de ocurrencia, donde no sólo incertezas sino que también ignorancia esta muchas veces presente (lo que ni siquiera sabemos que no sabemos), la obtención de los elementos necesarios para realizar dichos estudios es prácticamente imposible, resultando en que cualquier análisis en estas circunstancias sea bastante cercano a un ejercicio de clarividencia.

Complementando lo anterior, ni siquiera es necesario pensar en un escenario catastrófico tipo Fukushima o Chernobyl, para evidenciar los riesgos de una planta nuclear en Chile. Hay argumentos asociados con la seguridad de suministro, la operación de los sistemas eléctricos, y la viabilidad económica que deben ser considerados e informados a la opinión pública.

Lo que la evidencia empírica muestra es que la mayoría de las veces que plantas nucleares han sido expuestas a sismos de importancia han tenido problemas. Estos problemas no significan grandes accidentes o catástrofes, sólo que la planta al ser un sistema altamente complejo,  quede fuera de operación por un largo tiempo. Ya Japón tuvo serios problemas en un recinto nuclear con un sismo de magnitud 6,6 hace algunos años. Dicho complejo estuvo fuera de servicio alrededor de 2 años. ¿Acaso alguno de los que apuestan con tener plantas nucleares en Chile, han considerado lo poco robusto y confiable que sería el sistema eléctrico en esas condiciones? ¿Qué pasaría en un sistema de escala tan reducida como el chileno si dejamos fuera de servicio por varios años plantas de gran capacidad, sacando grandes bloques de suministro por largo tiempo? ¿Quién se haría cargo de la crisis energética que eso produciría? ¿Y de tales costos?

Todos los argumentos anteriores, se suman a otros ampliamente reconocidos: los casi inmanejables costos de inversión los cuales generalmente sobrepasan en varias veces las estimaciones iniciales, el manejo de residuos que exige vigilancia a perpetuidad, el perfil estratégico militar que eventualmente esta opción pudiese tener, el impacto de ser un “país nuclear” en otras industrias como la agroalimentaria, y finalmente la dependencia en tecnologías, infraestructura de manejo de crisis, y suministro de combustible que Chile no dispone.

¿Realmente queremos como país embarcarnos en una tecnología de estas características, desacoplada de la tendencia en sistemas de energía, cara, riesgosa y ciertamente no sustentable?

Muchos dirán, pero son solamente estudios!, no debemos cerrarnos a estudiar. Esto es, en general, verdad. Sin embargo, en este caso en particular, ¿No es acaso mucho más sensato enfocar los escasos recursos que el país invierte en investigación y desarrollo, y destinarlos al desarrollo de tecnologías sustentables, cada vez más competitivas, donde Chile tiene realmente todo un potencial esperando ser desarrollado? ¿No es el problema energético de Chile también una gran oportunidad para empezar a desarrollar una industria avanzada y aspirar a ser líderes en el desarrollo de conocimiento, tecnologías y modelos de negocios asociados a estas materias? Lo que el gobierno decida hoy en materia energética tendrá repercusiones en el desarrollo energético e industrial de Chile por varias décadas. Esperemos, y es bueno ser optimistas, que puedan estar a la altura.

Publicado originalmente en http://blog.latercera.com/blog/mnegrete/entry/contracorriente