Felipe Portales: “La Concertación se compró todo el modelo de la dictadura”

29 Septiembre 2013

Sociólogo, académico y analista político. Luis Felipe Portales apunta a la Concertación como una coalición continuadora del modelo impuesto en los ’80 por los Chicago Boys, al amparo de Augusto Pinochet.

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Luis Felipe Portales es sociólogo dedicado a la historia, quien se ha desempeñado como académico en distintos departamentos de la Universidad de Chile. En 1971 ingresa a la Democracia Cristiana, partido al que renuncia el año 2007, ya que señala que “perdió sus valores de justicia social”. En esta posición, su análisis es crítico al rol de la Concertación desde el retorno a la democracia, sin grandes reformas al modelo que impone la dictadura de Pinochet, y hoy, a través del programa del pacto Nueva Mayoría, tampoco ofrece una postura que represente una visión de centroizquierda.

¿Cuál es su análisis al legado que deja la Concertación, instalada en el Gobierno luego del Plebiscito?
- “Si uno analiza el estado en que recibe el país, y como lo entrega a la administración de Sebastián Piñera en 2010, en términos estructurales, más allá de la pobreza y un conjunto de obras, llama la atención que no hay cambios, sino una consolidación del plan laboral, de las AFP y las isapres, el sistema tributario y la educación, además de las privatizaciones, y se agudiza en la concentración del poder económico y la inequidad en la distribución del ingreso. Desde el punto de vista democrático, es lamentable el liderazgo de la Concertación”.

A su juicio, ¿existe un giro en el proyecto político o siempre fue una idea de continuidad?
- “Hay un cambio evidente. Durante los ‘80 se estructura una nueva sociedad chilena, y hay una oposición de la Alianza Democrática, con una posición clara ante todas esas reformas, y se expresó en su momento. Edgardo Boeninger dice que el liderazgo experimenta una transformación que la pone en ‘estado de convergencia’ con el pensamiento económico de la derecha, que no se podía reconocer porque las bases no estarían de acuerdo. Ese es el punto clave del proceso, un viraje del pensamiento que no es formalmente asumido, lo que puede interpretarse como un engaño del momento que no se explicita esa posición, y se mantiene un discurso de izquierda con una práctica de derecha”.

¿Hay un punto específico que marque el viraje de la coalición?
- “El viraje se disfraza muy bien, hay una operación clave en el año 1989, en el acuerdo de reformas constitucionales, 54 reformas en las que uno de los puntos significaba regalar la mayoría parlamentaria simple a la derecha. Esa Constitución, pensando en la ratificación de Pinochet, le brindaba artificialmente al futuro Presidente la mayoría en una cámara y el tercio en otra. Al perder Pinochet, ese prospecto era favorable a la Concertación, con 13 senadores y un tercio del Senado. Al regalar ello, cede una mayoría clave para reformar muchos aspectos, de carácter tributario y de otros temas, que se entrega de forma solapada, y todavía la mayoría de la población no se ha enterado de esto, lo que fue clave para la correlación de fuerzas de la transición”.

¿En qué se sustenta el papel de la Concertación sin cambiar la Constitución de 1980?
- “Hay dos cosas, un problema objetivo de cambiar la Constitución, para lo que no había fuerzas parlamentarias. Otro aspecto es asumir la Constitución del ’80 como un ejercicio democrático. Aylwin declara que terminó la transición y que rige la democracia, pero con eso contradice lo que se planteó desde la oposición a Pinochet, entonces desde el ’91 quedamos con un concepto de ‘democracia imperfecta’. Hay cambios, pero se saca la firma de Pinochet y el presidente Ricardo Lagos firma la Constitución del ’80 con el apoyo de la Concertación”.

Por otro lado, está el tema de los Derechos Humanos, que no muestra avances radicales.
- “Uno de los aspectos lamentables del liderazgo de la Concertación fue el tema de Derechos Humanos. La Concertación se conformó con el Informe Rettig, y se quedó ahí, aprobó una ley de reparaciones para los detenidos desaparecidos, y quiso contentarse con eso. Hay varios intentos específicos de los cuatro gobiernos que estuvieron orientados a avalar la Ley de Amnistía o disminuir las penas, o crear cárceles especiales. El proceso comienza a hacerse significativo con el arresto de Pinochet en Londres, lo que generó un impacto importante en el Poder Judicial, pese a penas simbólicas, con un número menor de condenados, pero la porción de los peores criminales fue condenada, pese a las cárceles de lujo”.

¿Hay personas, o partidos específicos, que influyen en esta dirección política de la coalición?
- “Es un tema complejo, multicausal, no se puede atribuir a algo específico. Hay factores locales y foráneos, con una historia muy nutrida de la subordinación de las clases medias a la oligarquía. Entre 1958 y 1973 hay una independización que derivó en una situación lamentable por la radicalización de la izquierda chilena. En ese período se busca una nueva sociedad, pero hasta el ’58 los sistemas políticos no cambiaron las leyes represivas que se configuraron a partir de los años ’20. Hay muchos factores, está el rol de Estados Unidos, entonces pensar en personas es atribuir una culpa mayor”.

El gobierno de Piñera despertó una reflexión a aspectos no considerados en la Concertación. En ese sentido, ¿Qué áreas fueron las menos atendidas en esos cuatro períodos?
- “La Concertación se compró todo el modelo de la dictadura, que hizo crisis por el lado de la educación. El movimiento estudiantil puso un punto de inflexión, un cuestionamiento al modelo de Pinochet, de hecho se destaca en las consignas, entendiendo que esto había sido consolidado en veinte años de Concertación. El tema AFP es complejo a medida que la gente jubila, y el tema de salud que es importante y genera un sentimiento creciente de insatisfacción, porque genera un nivel de atención mayor, sometido a la arbitrariedad de las isapres, algo más complejo para mantener el liderazgo político”.

¿Cuál es su evaluación del discurso político de Nueva Mayoría en estas elecciones?
- “Este pacto no plantea un cuestionamiento central al modelo, sino una actualización de consignas aparentemente de centro izquierda para ponerse a tono con el movimiento estudiantil, discutiendo el pago de la educación y una reforma tributaria, que es una demanda común. Pero no hay anuncios a cambiar las AFP, revisar el tema de salud privada, se ha excluido la única posibilidad de hacer una Constitución a través de una Asamblea Constituyente, porque hay una institucionalidad impuesta desde la dictadura, donde la Constitución puede ser cambiada sólo con la aprobación de la derecha minoritaria que la impuso. Entonces la Concertación plantea un cambio cosmético, la derecha mantiene un poder de veto, y el método de la Asamblea Constituyente es la única herramienta para establecer una carta realmente democrática”.

En esa dirección, ¿qué “deuda” enfrenta la Concertación en caso de asumir un nuevo gobierno?
- “La Concertación tendría que reconocer que los veinte años de gobierno fueron un engaño para la población, lo que sería muy difícil. Este pacto se ufanaba de la transición más exitosa, orgullosos del proyecto país y con su firma en la Constitución. Ante ese liderazgo, es difícil reconocer el engaño, lo que plantea ahora será urgente en función de responder a los movimientos sociales, tratando de instalarlo entre sus ideales, pese a que en su momento no lo hizo cuando tuvo mayoría absoluta en el Congreso. Bachelet pudo hacer cambios, pero no quiso”.

Una petición social es la Asamblea Constituyente, ¿tiene viabilidad esta propuesta en un gobierno de centroizquierda?
- “Si queremos establecer una democracia real, no se permite con las bases institucionales implementadas en la dictadura. No tiene consistencia, la Constitución del ’80 no permite plebiscitos que pongan en juego la Constitución autoritaria que se impuso a través de un plebiscito fraudulento. Pero quedarse en ese motivo es algo menor, si hay una real voluntad política. Estamos ante un sofisma, salvo el acomodo ante una situación que impide una reacción social”.

Se plantea que “el pueblo debe estar preparado” para una instancia de esa envergadura.
- “Cambiarlo no será fácil, hay factores complejos, los medios de comunicación fueron liquidados y se destruyó la prensa opositora, a través de la discriminación del avisaje estatal, del bloqueo de los fondos holandeses, y desaparecieron medios no por la ley de mercado, sino por acciones concretas de estos gobiernos, en el contexto del gran viraje. Los periodistas serían opositores a esta práctica, entonces se generan las condiciones para que no haya una crítica. Es difícil generar un cambio político y social con todos los medios de comunicación en contra”.

Para terminar, quería consultarle su apreciación al rol de la Democracia Cristiana, partido al cual usted renunció.
- “Yo entré a la Democracia Cristiana el ’71, y siempre he tenido ideales de justicia social, pero fui entendiendo que el partido los abandonó, entonces me salí, no representa mis ideales. Y lo mismo pienso de los demás partidos. El PPD y el PS abandonaron sus proyectos históricos y se neoliberalizaron, algo que afecta al conjunto de los partidos. Respecto del Golpe y el rol de la DC, vi que nuestra base y la mayoría del partido se mostró a favor de un Golpe, pero como algo distinto a lo que finalmente pasó. Recuerdo diálogos muy vivos con dirigentes de otros sectores, donde había una postura desde facciones de la UP a favor del Golpe, en función de llamar a elecciones en un par de meses, posiciones mitológicas que desconocían el papel que tendrían las Fuerzas Armadas en la sociedad chilena”.

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