Del levantamiento social a las ollas comunes

02 Junio 2020

En este casi medio siglo de industrialización y abandono de los campos, no se han considerado los intangibles éticos de Chiloé, que brotan desde el mundo campesino.   

Renato Cárdenas >
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Zygmunt Bauman, hace unos años decía que "las semillas del espíritu colectivo y de la ayuda mutua se asfixian, se marchitan y decaen".  Y agrega "la familia de naciones", que pensaba la post guerra, ha quedado atrás. Las promesas que hicieron al mundo han sido falsas o no se han querido cumplir -reflexiona el pensador polaco- y siguen el nosotros y los ellos, como la cara y el sello de una moneda que no puede ver la faz opuesta.                 

Empero, el mundo campesino -que este paradigma capitalista ha querido eliminar- ha levantado históricamente valores que se sustentan -precisamente- en la colaboración y la construcción de una sociedad común.                               

Yo vengo de un planeta pequeño, crecido entre mingas, medanes y una variedad de recursos que están en el imaginario de la convivencia social del campesino chilote.... pero muchas veces adormecidos, y se van erosionando porque no tienen práctica en estos nuevos escenarios del desarrollo concebido desde lo urbano y el trabajo remunerado. En este casi medio siglo de industrialización y abandono de los campos, no se han considerado los intangibles éticos de Chiloé, que brotan desde el mundo campesino.                        

EL ESTALLIDO DE OCTUBRE

Las huelgas y las crisis económicas destaparon las ollas comunes en nuestro país. Pero también las catástrofes que nos dejan muchas veces sin techo, con enfermedades y hambre. El terremoto de 1960, en el sur de Chile, el 22 de mayo, convocó a los campesinos y a los más pobres en torno a una fogata y a un plato de caldo.

El campesino lleva en su ADN ese espíritu colectivo; de verse de inmediato en los otros. En Chiloé hemos construido una historia económica y social a punta de mingas, medanes y días cambiados. El trabajo se paga con retribución laboral. Aquí una olla común es algo natural. Tan natural como un caldero de reitimiento o un perol de cazuela de gallina para una minga.

Para el terremoto del 60 se hicieron ollas comunes en la Plaza de Castro y en muchos lugares de la ciudad,de Chiloé y de todo el Sur de Chile. Se volvió a levantar esta idea durante la crisis de la dictadura a comienzos de los 80. Aquí, a los pies de la feria de calle Magallanes, en los patios de la familia Barría.

Reapareció en el levantamiento de mayo de 2016 (20 días) para asistir a quienes bloqueaban los caminos de la Isla Grande con barricadas para llamar la atención al gobierno por el desastre ecológico que habían provocado las salmoneras y la marea roja que contaminaba nuestros mares.

Hoy se vuelve a organizar la población para tener comida en ollas comunes.  Las primeras juntas vecinales de Castro han sido la Inés de Bazán, la Cardenal Silva Henríquez, Villa los Colonos y la Campiña... de los sectores altos de la ciudad. Son hoy los necesitados son cesantes o desvinculados como se les llama en ese lenguaje hipócrita que aliviana la conciencia política. En dictadura se exoneraban a los profesionales y los obreros quedaban cesantes, en un apropiado lenguaje clasista. El lenguaje crea realidades.

Pero también los artesanos y vendedores que se cobijan en las afueras del Mall de Castro, han parado su propia olla. Los ingresos de hoy no les permiten vivir. Del estallido social a estas iniciativas de las ollas comunes es un nuevo paso hacia la recuperación de la lucha social, con una fuerte presencia femenina, y la transformación del hambre en una oportunidad de sociabilidad, solidaridad y organización colectiva. Nos reconocemos los iguales.

DESARROLLO DE LA LUCHA SOCIAL:

La búsqueda de comida llevó a la sociedad humana a organizarse, desde sus hogares hasta las formas políticas más complejas.

El hambre de comienzos de siglo XX, en Chile, llevó a los pobres a compartir viviendas, a formar conventillos que viene a ser una olla común de la vivienda, porque se compartieron, además, los patios, los lavaderos y las cocinas. Para los sureños, en especial los chilotes, el camino para enfrentar el abandono de parte del estado y las carencias económicas se resolvieron, durante todo el siglo XX, con las migraciones patagónicas.

Dejaron esa ruta patagónica del empleo cuando se instalaron las salmoneras. Hoy han sido masivamente “desvinculados”. La olla que ha sonado en todo el levantamiento social -que empezó mucho antes de octubre del año pasado- se vuelve hoy una olla común que convoca a la unidad del pueblo chileno. Es un símbolo ya, que reúne, en torno a una demanda esencial para el ser humano: primero su alimentación para seguir viviendo. Después vendrán las renovadas demandas sociales.