No estamos solos, pero estamos tristes

19 Abril 2014

La noticia se hizo pública hace unas horas y aunque nadie puede decir que fue una sorpresa, el hecho está ahí. Gabriel García Márquez ha muerto y la gente lo está llorando. Como se llora a un amigo, como se llora a un ser querido. A un padre, a un hermano.

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Por Antonia García Castro

La gente lo ama a Gabriel. La gente, en realidad, no quiere vivir sin Gabriel. Y por eso la gente lo estamos llorando.

¿Qué cosa es un escritor? No tengo la menor idea. Pero hay algo mágico, sí, en esa manera que algunos tienen de enredar su vida con la de todos. De decirle algo a todos. Una forma de generosidad, de bondad en la mirada, anterior a la palabra. Porque primero es la mirada. Después la palabra, como una caricia, como una manera de decir a quien quiera leer: “vamos a seguir perdiendo y, sin embargo, todo va a estar bien, ya vas a ver, todo va a estar bien”. Y por eso quizás los libros de García Márquez nunca estuvieron meramente en una biblioteca sino que sus lectores se los llevaron puestos como un traje que se fue gastando sin hacerse viejo. Un traje que nunca compitió con otros trajes, más nuevos, más vistosos, más lujosos. Un traje que tuvo siempre la medida exacta de las cosas que nosotros –hombres y mujeres de América Latina– soñamos y no tuvimos, de nuestras pequeñas y grandes derrotas, de nuestras pequeñas y grandes alegrías.

Hay un poema escrito por un poeta argentino hace ya muchos años. Dejo de lado al poeta y me concentro en el poema que habla de Hiranyaka, el “mejor de los albañiles autor de paredes famosas” quien, un día, es requerido por la muerte. La Parca se acerca y decide llevarse a Hiranyaca porque quiere un palacio como nunca nadie tuvo y, entonces, le pregunta:

¿dónde está tu corazón?

tiene que venir también tu corazón
no lo tengo contestó Hiranyaka
ha hecho su casa en una mujer
oh muerte restos de mi corazón

encontrarás en cada casa de este reino
en cada pared que levanté hay restos de mi
corazón
pero mi corazón
ha hecho su casa en una mujer
Cabe pensar que la muerte quiso en este día que Gabriel García Márquez fuera a escribir para ella y solamente para ella los libros que, primero, escribió para nosotros. Y le habrá exigido la muerte también su corazón. Pero su corazón está acá, quizás en una mujer, pero también en cada página que escribió y que nos pertenece. Y cuando el llanto haya pasado, cuando la sensación de pérdida haya pasado, nos quedará esa página como una sola página eterna que nada puede borrar. Nos quedará también esa total seguridad de que estamos menos solos porque García Márquez estuvo un tiempo entre nosotros.

Entonces podremos realizar nosotros también el milagro. El pequeño milagro del libro abierto como una resurrección de todos nuestros muertos.