La ingeniosa respuesta de una mujer acosada solo por comer helado en el metro

17 Marzo 2017

El hecho ocurrió hace unos días en el Metro de Santiago

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Javiera Larraín es una joven común y corriente de 29 años, que hace un par de días decidió tomarse un helado en la estación de metro Tobalaba, cuando fue ofendida por dos hombres, todo comenzó con la frase “Oiga, que le gusta chuparlo, mijita”.

Así que Javiera decidió contar su historia en las redes sociales para denunciar lo que le pasó y que no les suceda lo mismo a otras mujeres, según Radio Paula:

“Situación importante (y obligatoria) de compartir: Hace un par de días, salí de mi casa camino al metro. Me dieron ganas de comprarme un helado de cono, cosa que hice al llegar a Tobalaba (sí, soy una mujer de gustos sencillos). Iba mega feliz con mi helado de vainilla (aburrido, pero me gusta). Entonces, no sé de dónde, justo antes de meterme al metro, se me pegó un hombre a susurrarme en el oído (sentí su respiración en la nuca, ese nivel de cerca) a decirme: “Oye, que le gusta chuparlo, mijita”, unquote”.

“Yo, ilusa de mí, me dije que era alguien que me conocía y me hacía un comentario de pésimo gusto, porque nada, no podía haber un huevón tan asqueroso por la calle. Y sí, los hay. Me doy vuelta y él me mira cagado de la risa con su talla y con una cara de grotesca degeneración. Porque claro, cómo mierda se me ocurre andar langüeteando un helado en la vía pública, una provocación espantosa, en qué estaba pensando. Yo lo increpo y comienzo a gritarle a viva voz, que diga fuerte su ‘gracia’, impidiéndole que bajara al metro”.

Mientras esto sucedía otro hombre se metió a increpar a la mujer;

“En eso, un ejecutivo de 30 y algo, muy terneado, muy pinta perrito-zorrón-papa me increpa diciéndome: “Pa que tan histérica, que le dai color. Si el loco, fuera rico o lo encontrarai guapo estaría muerta de la risa”. Frente a mi estupefacción, el hombre que me acosó se escabulló por el metro. El “terneao de H&M” (como bauticé al otro espécimen) seguía insistiendo en la desproporción de mi reacción y en la neurosis de mi género, pues poniéndome como ejemplo se refería a “todas las mujeres” que dábamos un color increíble cuando nos decían algo en la calle, y solo porque nos hablaban “puros weones en nada porque si fueran guapos no dirían ni pío”, como el mismo sentenció con vehemencia.

Pero Javiera respondió de esta creativa manera al tipo:

Después de rebatirle brevemente, y comprobar que tenía un monito de lata que apretaba platillos sin cesar en su cerebro, le tiré (más por instinto que otra cosa) mi helado de cono. Y toda mi vainilla se chorreó por su pulcra chaqueta, su camisa, su corbata de marca, su pantalón y hasta uno de sus exclusivos zapatos. Evidentemente, el terneao comenzó a gritarme que si yo estaba enferma y era loca, y yo le respondí: “Pero, compadre, qué le dai color, si tú me encontrarai guapa o rica, estariai cagado de la risa, o no? Pa qué tan histérico?”. Dicho esto, me di media vuelta y seguí mi camino al metro. Por lejos, el mejor helado que no he comido en mi vida”.

Para finalizar la publicación la joven explicó que la idea de compartir su historia no era buscar venganza:

Pa qué cuento esto? Porque, por desgracia, son muchos los hombres (y también muchas mujeres) los que creen que ‘una le da color’. Que creen que cuando decimos que estamos cansadas que nos acosen, que nos violenten, que nos paguen menos, que nos maten, le estamos dando color. No le estoy dando ni un color, porque esos dos hueones me cosificaron, me hicieron sentir insegura y vulnerable, solo porque se les dio la gana. Lograron modificar toda mi tarde, ya que quedé entera tiritona post-incidente y recién ahora me siento capaz de contarlo. Y si alguno/a de los que me lee ahora, sigue creyendo que le doy color… Nada po, ojalá les caiga un helado volador en la cabeza. Ya, basta”.