Comentario Literario: "Ramal: sobre estaciones y forasteros"

04 Julio 2011

En esta novela, un hombre se interna en el mundo perdido que conforman las estaciones y paraderos del ramal Talca-Constitución, el único de los 10 ramales construidos por la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE) que aún sigue funcionando.

D Carrillo >
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El ferrocarril siempre va dejando atrás rostros y bultos, en medio del estancado y polvoriento presente que habita en las estaciones.

Porque el tren es pérdida y despedida permanente. Todo parece cambiar entre un destino y otro, pero entremedio, enlazándolos, los rieles exhalan una eternidad inconmovible, que sólo los que siempre serán forasteros alcanzan a respirar.

Uno de ellos es “el que viene de afuera”, protagonista de “Ramal” (FCE, 2011), último libro de Cynthia Rimsky, reconocida escritora de viajes chilena, con títulos como “Poste restante” y “Los perplejos”.

En esta novela, un hombre se interna en el mundo perdido que conforman las estaciones y paraderos del ramal Talca-Constitución, el único de los 10 ramales construidos por la Empresa de Ferrocarriles del Estado (EFE) que aún sigue funcionando.

El propósito que lo mueve a adentrarse en esos rincones de la Región del Maule es el desarrollo de un proyecto para Sernatur, con el objetivo de “salvar” el ramal, convirtiéndolo en un destino turístico-ecológico. Más en su interior, sabe también que es una especie de viaje hacia sus propias raíces, ya que fue en esta zona donde nació su abuelo Arnoldo. Una vez trasladada a Santiago, su familia habitó un interregno fronterizo, ya que se instaló muy cerca de la estación, en una casa de calle Maruri que el padre del protagonista se negaría a abandonar.

“El que viene de afuera no sabe bien cómo empezó con su misión. Un día subió a internet una lista de cosas y lugares perdidos. La gente comenzó a añadir sus propios objetos y lugares. La lista de volvió infinita. El que viene de afuera se ofreció a elaborar proyectos para salvar las cosas y lugares que la gente daba por perdidos. Pero, en vez de disfrutar con la descripción detallada de las cosas y lugares ausentes, los clientes sentían un inesperado desasosiego”, nos dice el narrador de “Ramal”, cuyo fluido relato no está exento de humor e ironía. Como cuando refiere a la obligación que tiene el ferrocarril  de esperar a quienes bajan a comprar: “Al que viene de afuera le sorprende que atribuyan la amabilidad al tren y no al conductor. No conoce otra máquina con más consideración.”

La visión del campo, eso sí, no es la de postal idílica, sino que se centra en las personas, sus relaciones y el patrimonio intangible que han ido perdiendo, ajena a cualquier aire de mitificación, como cuando el propio protagonista reconoce que en terreno no ha visto ninguna de las atracciones que leyó sobre el ramal en internet.

Paralelamente a esta incursión al corazón del territorio campesino, con lugares como Maquehua, donde el pito del tren es la campana de la escuela, “el que viene de afuera” va dando pistas sobre sus propias grietas internas, su separación y la difícil adolescencia de su hijo.