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[Opinión] La felicidad no es sustentable sin un medio ambiente sano

19 Abril 2018

El determinismo circunstancial de los gobiernos de turno y el abuso rutinario de la territorialidad por parte del modelo, nos ha obligado a entender la importancia de la biodiversidad para el buen vivir de las comunidades. 

Andrés Gillmore... >
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A propósito de la controversia creado por el senador David Sandoval Plaza (UDI) sobre la red de Parques Patagonia, me permito hacer esta reflexión y ver si tengo la habilidad para exponer, convincentemente, la importancia de lo que significa proteger la maravillosa calidad escénica y ambiental que posee Aysén que, si la sabemos utilizar bien y en consecuencia, es la mejor herramienta que tienen las comunidades para proyectar su futuro y crear sustentabilidad regional.

Aysén debe estar abierto a todo tipo de formas, contenidos productivos y de servicios, pero es indudable que deben cumplir con normas y procedimientos que deben aplicarse por el bien de todos y no solo de algunos. Aysén puede y debe tener la capacidad de crear armonía y sustentabilidad para que la actividad turística, la ganadería, la minería, la agricultura, fruticultura se desarrollen y se complementen, pero para ello se necesita un gobierno regional con la camiseta puesta y con diputados y senadores haciendo lo que les compete, de no ser así, la región queda en manos de los intereses creados y se pierde proyección de futuro y como dije hace unos días atrás: AYSÉN NECESITA MENOS PROMOCIÓN Y MÁS PROTECCIÓN.

Nada puede hacer más feliz al ser humano, que tener la posibilidad de vivir en un ambiente sano y sustentable, eso te permite de muchas formas buscar la felicidad y ser feliz, pero creemos que la felicidad es tener cosas y consumir, cuando la verdad nadie puede ser feliz viviendo en un medio contaminado. Como sociedad hemos perdido la capacidad de observar a nuestro alrededor y si lo hiciéramos, no nos costaría darnos cuenta que una silla, un lápiz, un auto, una máquina, un libro, un computador y mucha de la comida que consumimos, necesitan de un alto porcentaje de recursos naturales y que para producirlos generamos un gran impacto ambiental.

En Chile basamos nuestra economía en la extracción de los recursos naturales del subsuelo y del mar, lo hacemos sin considerar el impacto que producimos en la territorialidad regional y en la vida de nuestras comunidades y luego cuando esos productos manufacturados vuelven transformados en cosas y dejan de servirnos lo devolvemos al medio natural en forma de “basura” contaminando el medio ambiente, obligando a gastar grandes cantidades de dinero para transportarlo y eliminarlo. En algunos casos lo reciclamos para reutilizarlo posteriormente pero es una mínima parte (precisamente por el costo) de un proceso que termina repercutiendo negativamente en todo lo que hacemos en nuestro entorno. Si no tenemos consciencia de lo que eso significa y cómo nos repercute, dejamos de valorarnos a nosotros mismos como sociedad.

En la actualidad de muchas y variadas maneras no estamos conscientes de la situación y no entendemos cuáles son los límites que debemos ponernos al consumo y a la extracción de recursos naturales. Creemos que consumir y extraer son sinónimos de desarrollo y la verdad que eso no es así bajo ningún punto de vista y nunca ha sido más cierto que muchas veces menos es más. Una sociedad consumista y extractivista como la nuestra, esta destinada a ser subdesarrollada siempre. Debemos entender que un signo potente de desarrollo es cuidar el medio ambiente y la calidad escénica de este maravilloso Chile y por lo que se ve no está entre las preocupaciones actuales de la Moneda y estamos cautivos bajo la dictadura de una forma de evaluar la forma de hacer desarrollo que no corresponde.

En regiones se ve que las entidades públicas y privadas vinculadas con el medio ambiente no son todo los responsables que deberían ser ante sus obligaciones, carecen de la conciencia para entender los resultados científicos de las alteraciones ambientales y las repercusiones negativas que ha significado para las comunidades por el mal uso del medio ambiente y los retos que significa trabajar en armonía y con proyección de futuro por la sustentabilidad ambiental del país y del mundo regional.

El sentido de bienestar que logra una sociedad al proyectarse en armonía con el medio ambiente, es una de las experiencias más satisfactorias que puede vivir un ser humano como persona y por momentos esa búsqueda te entrega la anhelada felicidad. Basta con visitar países desarrollados y sobre todo los de estirpe vikinga, para entender los beneficios individuales y colectivos que significa vivir en un medio ambiente limpio y armónicamente integrado, que permite proyectar una vida sustentable, con buena salud, relaciones sociales positivas, con sentido de identidad social y cultural, que solo lo permite el conocimiento y el cuidado que tienes del medio ambiente en el que estás. Vivir en armonía con el todo general entrega una sensación de seguridad y plenitud que enriquece el espíritu y por consiguiente te entrega esos momentos de felicidad que marcan diferencias positivas en nuestras vidas y nos hace ser mejores personas.

Las comunidades de norte a sur y de cordillera a mar de nuestro querido y amado Chile, dependen de la naturaleza para proveerse de trabajo y de muchos otros factores clave para la salud, como contar con agua y un aire limpio y eso solo es posible con ecosistemas limpios y sustentables. En Chile con el paso de los años ante la ejecución de un modelo económico netamente extractivista, se ha venido destruyendo la proyección de futuro del mundo rural y que a la postre es un factor clave para el bienestar y se ha transformado en una forma de sobrevivencia moderna, al entregarnos expectativas y ventajas comparativas que sustentan lo que somos y queremos ser y la relación en armonía cuando buscamos la felicidad.

El determinismo circunstancial de los gobiernos de turno y el abuso rutinario de la territorialidad por parte del modelo, nos ha obligado a entender la importancia de la biodiversidad para el buen vivir de las comunidades. Dejó de ser un concepto de conservación usado por especialistas y académicos de élite, transformándose en un elemento indispensable para proyectar el bienestar y la salud de las comunidades rurales y de los grandes centros urbanos. La biodiversidad ha pasado a ser objeto relevante para el conjunto de la sociedad y como tal debe proyectarse en el objetivo de las políticas públicas de los gobiernos en materia ambiental y social.

Si Chile fuese un país que entiende los tiempos que corren ante la perspectiva del cambio climático y el proceso del calentamiento global y pretendiera crear sustentabilidad y proyección de futuro en sus políticas públicas; el ministerio de Medio Ambiente estaría a la par del Ministerio de Hacienda y no se tomarían decisiones de ninguna especie sin consultar con la cartera de Medio ambiente, que es como toman las decisiones los países desarrollados y los Estudios de Impactos Ambientales (EIA) no serian simples diligencias y se harian de común acuerdo con las organizaciones sociales de las comunidades intervenidas, con profesionales expertos y transparencia, con la posibilidad de hacerle a los estudios auditorías externas para certificar. No como ocurre en la actualidad, en que las comisión evaluadora esta compuesta exclusivamente por los Seremis regionales y el Intendente, dejando de lado en el proceso de evaluación a las comunidades y sus organizaciones sociales; que a fin de cuentas son las más interesadas en que los proyectos sean sustentables.

La dimensión ética de la visión ambientalista, nos ha demostrado que falta mucho por hacer en este tema, al estar íntimamente relacionado con la forma en cómo nos relacionamos entre nosotros como sociedad. Saber y entender la forma de conservar, en qué forma hacerlo, hasta dónde podemos llegar y porque hacerlo, es importantísimo y debe analizarse seriamente, relacionándolo con las capacidades de carga, con aproximaciones que se proyectan con la antropología social, la biológica y los ecosistemas y su relación con los espacios temporales y estables, donde la ética del saber y del hacer debe relacionarse a corto, medio y largo plazo, para que actúen a favor de la protección del medio ambiente como una herramienta sustentable de desarrollo sustentable y para la búsqueda inherente que todos tenemos de la felicidad.

Imagen: Medio ambiente felicidad CC pixnio.com 

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